El automóvil que exploró la Luna

Fernando J. Tellez

Fecha: 2014-07-01


En carros, carretas, cuadrigas, la historia está llena de ruedas y ruedas que han ayudado a culturas y civilizaciones a evolucionar, pero lo fantástico es que en el siglo XX la rueda llegó a la Luna.
 
En efecto, en el mes de julio de 1971 la misión Apolo XV llevó por primera vez un automóvil conocido como "Lunar Roving Vehicle", o Rover Lunar. Vehículo todo terreno para la Luna, conocido también por sus siglas L.R.V.
 
David Scott fue el comandante de la misión, James Irwin, piloto del módulo Lunar "Falcon" (Halcón) y Alfred Worden, piloto del módulo de comando "Endeavour" (Empeño).
 
El Rover Lunar tenía en la Tierra un peso de 270 kilógramos, podía pasar por desniveles de hasta 65 centímetros de profundidad, subir y bajar pendientes de hasta 28 grados de inclinación; tenía 3 metros de largo por 1.80 de ancho y una altura de 70 centímetros.
 
Su velocidad de 16 kilómetros por hora era proporcionada por cuatro motores eléctricos, uno para cada rueda, de corriente continua de un cuarto de caballo, alimentados por dos baterías electroquímicas de plata-zinc. Podía movilizar a dos astronautas, las muestras Lunares recolectadas, y el equipo de comunicaciones que constó de: cámara de televisión, de cine de 16 mm, una antena parabólica de largo alcance para enviar directamente a la Tierra imágenes a color y una pequeña antena de corto alcance.
           
Llevaba también un suministro extra de tanques de oxígeno y de agua por si fuera necesario. La parte posterior del vehículo, estaba destinada a llevar las muestras Lunares y herramientas. En la misión Apolo XV se harían tres caminatas recorriendo 34 kilómetros.
 
La empresa encargada de la construcción del Rover, fue la Boeing Aircraft; la NASA no decidió la construcción del "Rover" sino hasta octubre de 1969, fijando entonces un plazo extraordinariamente corto para la entrega de la primera unidad operativa: sólo 17 meses. El primer Rover tenía que estar en Cabo Kennedy el 1 de abril de 1971.

 

Figura1: Aquí vemos al “Rover Lunar” rodando en la región de los “Hadley Apennines” lugar de alunizaje del Apolo XV".

 

El primer vehículo fue entregado, como estaba previsto, el abril de 1971, pero con él iba una factura exorbitante: el costo total del proyecto había sobrepasado los 38 millones de dólares, el doble de lo que en un principio se había previsto.
 
El "Rover Lunar" debía trabajar igualmente bien a plena luz del Sol que a la sombra, dentro de un margen de temperaturas que oscilan en la Luna entre los 150 grados sobre cero y los 100 grados bajo cero. Debía recordar el camino de ida para guiar a los astronautas en su regreso al Modulo Lunar. Debía ser lo suficientemente amplio como para acomodar a dos hombres con sus trajes espaciales mochilas y equipo auxiliar, pero lo suficientemente pequeño para ser almacenado en el reducido espacio disponible a bordo de la nave de alunizaje; ser ligero, puesto que en los viajes espaciales cada gramo cuenta, pero resistente a la vez hasta el punto de admitir cargas dos veces más pesadas que él mismo.
 
Durante el viaje a la Luna, el Rover debía ir protegido dentro de un compartimiento especial, en la base del Módulo Lunar, al lado de la escalera que adosada a una de las patas, permitía a los astronautas entrar y salir de la nave. El bastidor del Rover Lunar se diseñó de tal forma que pudiera plegarse en tres secciones: las dos extremas (frontal y posterior) sostenían cada una a sus dos ruedas correspondientes; la central mayor que las otras dos, corresponderían a los asientos y al panel de dirección.
 
Otra de las maravillas del Rover, era el proceso de descarga y despliegue que era casi totalmente automático. Una vez en la Luna no había más que abrir la tapa de su compartimiento y accionar un par de argollas situadas al alcance de la mano del astronauta. Así entraba en acción un juego de palancas y tirantes que sacaba al automóvil de su escondrijo, lo desplegaban hasta hacerle adoptar su forma normal y, por último, lo depositaban cuidadosamente en el suelo; y todo ello, con la mínima intervención del astronauta.
 
Una vez desplegado el Rover, no parecía un coche bonito, pero tampoco resultaba ser del todo antiestético y, sobre todo conservaba cierto sabor de los autos terrestres.
Su autonomía era de unos noventa kilómetros, aunque los astronautas del Apolo XV lo utilizarían para recorrer no mas de 35 kilómetros.
           
Los acumuladores del Rover iban instalados en la parte delantera, protegidos del calor del Sol por unas pantallas reflectoras. Junto a ellas se encontraba parte del sistema de orientación, mecanismos auxiliares y una cámara de televisión a color, orientable en horizontal y vertical y provista de lente zoom.
           
El Rover no tiene volante, ni pedales de freno o acelerador, tal como estamos acostumbrados a verlos. Todas esas funciones se controlan simultáneamente través de una palanca en forma de "T" instalada entre los dos asientos, a la altura de la mano derecha del comandante, que ocupa el asiento de la izquierda. Su operación es muy sencilla: desplazándola hacia adelante el Rover se pone en marcha y acelera; hacia atrás, frena. Si se inclina a la izquierda o derecha, el vehículo gira, respectivamente, hacia uno u otro lado.
           
Otro refinamiento del Rover Lunar es su freno de mano. Tirando de la palanca de control hacia atrás y fijándola en esa posición se bloqueaba totalmente el giro de las cuatro ruedas. Los astronautas podían dejar su coche estacionado en pendientes de hasta 35 grados de inclinación, sin temor a tener que salir corriendo detrás de él, cuesta abajo.
           
Pero quizás el detalle más interesante de este vehículo hayan sido sus ruedas.
Se parecen en mucho en su forma general a un neumático común y corriente. Sin embargo, no hay en estos ni rastro de hule o caucho, o cámara para el aire. El núcleo de esta rueda era de aluminio y el equivalente a la llanta o neumático era de hilo de acero entretejido hasta formar una malla muy resistente.
           
Sobre cada rueda se colocó una amplia salpicadera para evitar que el polvo Lunar levantado por el vehículo en su marcha, cayera sobre los equipos o sobre los astronautas.
           
La tercera y última sección del Rover Lunar, la que se encuentra a espaldas de los astronautas, está habilitada como plataforma de carga. En ella existe espacio suficiente para acomodar las herramientas que serán necesarias durante la expedición; pinzas de mango largo, pequeñas palas, martillos de geólogo, bolsas de plástico para la recolección de muestras Lunares, y un largo etcétera. Allí cabían también varías cámaras fotográficas junto con su provisión de películas, un magnetómetro portátil e incluso una pequeña perforadora eléctrica para obtener muestras del terreno a más de un metro de profundidad.
           
Mientras los astronautas trabajaban sobre la superficie lunar, los tele-espectadores en la Tierra, seguían la aventura mucho más directamente que en las misiones Apolo anteriores, gracias a la cámara de televisión a colores instalada en la parte frontal del Rover, con la que se obtuvieron interesantes tomas del paisaje Lunar, y por supuesto de los Astronautas.
         
La limitación era que únicamente se podía utilizar cuando el Rover estaba detenido, porque al estar en movimiento la antena principal, una parabólica en forma de sombrilla, no podía apuntar con precisión hacia la Tierra, con lo que las señales se perderían sin alcanzar nunca las estaciones de recepción. Esta cámara era controlada a distancia desde el Centro Espacial en Houston Texas.
El Rover Lunar fue el primer vehículo que el hombre utilizó para desplazarse sobre otro cuerpo del sistema solar, y solo fue empleado en las tres últimas misiones Apolo; las XV, XVI y XVII.

 

Figura2: Aquí vemos al astronauta James Irwin junto al “Rover Lunar” durante la primera de tres caminatas lunares que realizaron en julio de 1971



Etiquetas: automóvil,espacial,rover lunar,Luna,Apollo

Revista Hacia El Espacio de divulgación de la ciencia y tecnología espacial de la Agencia Espacial Mexicana.