El espíritu de exploración está tan incrustado en nuestro ADN que desde los inicios de la humanidad es posible encontrar evidencia de los viajes realizados por nuestros ancestros. Si bien los primeros eran impulsados por el deseo de sobrevivencia, muchos otros tenían como motor impulsor el satisfacer nuestros deseos de conocer y “ver qué hay más allá”. Toca a nuestra generación trascender las fronteras y comenzar a salir de nuestra amorosa tierra, buscando trascender, aprender y encontrar soluciones para mejorar el mundo en el que vivimos. En este orden de ideas, es imperioso preparar a las nuevas generaciones para enfrentar el reto. Una de esas etapas es, precisamente, consolidar programas sólidos enfocados en desarrollar astronautas análogos para enfrentar los desafíos.