Imagina por un momento que vas caminado en un parque acompañado por un pequeño niño, ya es tarde y la temperatura comienza a descender. En el horizonte, el hermoso tono rosa del atardecer cede su paso al manto de la noche, levantan la mirada y ven un hermoso cielo despejado que se ve engalanado por la presencia de Venus como el primer lucero en ese inmaculado cielo obscuro, pues hoy hay luna nueva y, de repente, una estrella fugaz cruza el firmamento. El pequeño niño sonríe y dice en voz alta, “deseo ser astronauta”. Tú suspiras y por tu mente pasan una gran cantidad de obstáculos para lograr ese sueño, sin embargo, sonríes y le dices, “si te esfuerzas, algún día lo lograras…” Ves la sonrisa en su rostro y esa imagen te acompaña después de que lo has llevado a dormir.
Movido por el deseo de ayudar al pequeño en su camino comienzas a investigar y efectivamente, descubres que es difícil lograr ser astronauta, pero para tu sorpresa, existen competencias que están a tu alcance y puedes comenzar a desarrollar, dentro de ellas está el lograr una buena condición física, comenzar a orientarlo en el estudio de las ciencias y una en particular te llama la atención, la geología planetaria, que es el tema de este artículo.
Comencemos por conceptualizar a la geología planetaria.
Es posible considerar el concepto de geología planetaria de la Arizona State University (citada en Martínez, 2024, P. 14) “como el estudio a distintas escalas del origen, composición, distribución y evolución de la materia condensada en el universo en forma de planetas, satélites, cometas, asteroides y partículas de distintas dimensiones y génesis. Esto conlleva la incorporación y estudio pormenorizado de datos procedentes de sondas espaciales, análisis comparados de meteoritos y polvo cósmico, estructuras y eventos de impacto meteorítico, simulaciones de laboratorio de varios procesos planetarios y también estudios de campo sobre análogos terrestres útiles para la exploración y modelización de los mecanismos y procesos geológicos que tienen lugar más allá de las fronteras de nuestro planeta”.
Lo anterior nos permite entender la importancia de los estudios realizados en la tierra para tener parámetros que nos permitan comprender aquellas condiciones que encontraremos en nuestros viajes hacia el espacio. Es decir, la importancia de Conocer para reconocer. Es posible resaltar la importancia del entrenamiento en geología al recordar que Eugene Shoemaker (citado en Martínez, 2024, P. 15) “entrenó geológicamente a los futuros astronautas de las misiones Apolo con rocas, minerales y meteoritos. Y también, realizando campañas científicas de campo a cráteres de impacto, como el Barringer Meteor Crater, en Arizona, e incluso generando artificialmente estos cráteres y sus materiales eyectados, mediante explosiones controladas. La Tierra se convertía, por tanto, en un laboratorio natural para la exploración espacial.”
En este orden de ideas, en la actualidad las misiones que preparan a los futuros astronautas tienen dentro de sus materias la geología como un área fundamental, tanto que Andreas (citado en ESA, 2021) menciona que “cualquier misión humana a la Luna tendrá la geología como uno de sus objetivos principales”.
Esto se confirma al revisar la gran cantidad de misiones que actualmente se realizan para que los futuros astronautas desarrollen competencias apropiadas para conocer sobre temas de geología que les serán de gran utilidad cuando se encuentren en ambientes fuera de la tierra. Misiones realizadas en cuevas, volcanes, zonas de impacto, ríos y más, nos permiten ver la importancia de prepáranos en esta materia.
Pero reflexionemos por un momento, que pasa si no nos preparamos para ello, si dejamos pasar de largo la oportunidad de aprender sobre temas de geología. Pues, bastaría con decir que podríamos estar parados frente a una piedra pómez (cuyo nombre correcto es pumita), y tan solo evocaríamos las veces que nos tocó lavar las ollas esforzándonos por quitar aquellos residuos que parecían estar adheridos a las paredes de los implementos de cocina, podríamos estar caminando sobre tezontle y solo pensaríamos en lo bonito que se ve en el patio junto a las plantas o podríamos tomar un poco de obsidiana y recordar las antiguas batallas aztecas; pero nos quedaríamos al margen de comprender que nos encontramos frente a las pruebas de actividad volcánica, actividad que forma parte de los grandes factores que conforman los planetas y que posiblemente participen en la aparición de formas de vida.
Siguiendo con nuestro recorrido nos encontramos con una hermosa formación esférica y al golpearla gentilmente se abre una geoda con amatista en nuestras manos, sonreímos al pensar en lo hermosa que es, sin caer en cuenta que tenemos la prueba de que en algún momento hubo agua en la zona. Hay un dicho que dice “el que no conoce es como el que no ve”, y en este caso aplica perfecto. Sin el deseo de que los astronautas sean expertos en geología, resulta indispensable el poder entrenarlos en aspectos básicos que les permitan tomar decisiones adecuadas y realizar recolecciones que sean significativas para que su cargamento con el que regresen a la tierra o al laboratorio colocado en el sitio sea verdaderamente representativo y, por lo tanto, permita aportar al cuerpo del conocimiento.
Desde la década pasada ESA (2012), mencionaba que “los científicos han sido capaces de identificar minerales que sólo se forman en presencia de agua” en Marte.
John Callas (citado en NASA, 2022), menciona que durante su tiempo de servicio los vehículos Spirit y Opportunity realizaron descubrimientos asombrosos y uno de ellos, ocasionado por un fallo en la rueda de Spirit, permitió el más grande de los descubrimientos hasta este momento, al dejar un pequeño surco en la tierra nos reveló un maravilloso secreto “un material blanco muy brillante. Lo observamos y nos preguntamos: «¿Qué es eso?». Resultó ser sílice opalina. Se forma no solo en agua, sino también en agua caliente. De modo que estamos hablando de un antiguo sistema hidrotermal que produjo esta sílice opalina”.
Recientemente, el vehículo explorador llamado Perseverance de la NASA, el 21 de julio de este año recolectó una roca en forma de punta de flecha que ha recibido el nombre de “Cheyava Falls” la cual presenta características fascinantes que podrían estar ligadas con la presencia de vida en el pasado de Marte. Ken Farley (Citado en Nasa, 2024), mencionó, “Por un lado, tenemos nuestra primera detección convincente de material orgánico: manchas de colores característicos que son indicativas de reacciones químicas que la vida microbiana podría utilizar como fuente de energía; y pruebas claras de que el agua, que es necesaria para la vida, alguna vez pasó por la roca. Por otro lado, no hemos podido determinar con exactitud cómo se formó la roca y hasta qué punto las rocas cercanas pueden haber calentado la roca Cheyava Falls y contribuido a la formación de estas características.”
Pero, ¿Por qué nos interesa tanto la posibilidad de encontrar trazas de vida en las rocas?, y la respuesta es muy simple. Por la posibilidad de encontrar endolitos, es decir, vida dentro de ellas. Para comprender esto recordamos a Bruckner (2006) de la Universidad Estatal de Montana quien menciona que “Los endolitos son organismos que viven dentro de las rocas o en los poros entre los granos minerales. Se cree que estas criaturas se han encontrado en una amplia gama de entornos, desde rocas en la superficie de la Tierra hasta kilómetros por debajo de la superficie. Hay miles de especies conocidas de endolitos, incluidos miembros de bacterias, arqueas y hongos. Muchos endolitos son autótrofos, lo que significa que pueden crear sus propios compuestos orgánicos utilizando gas o nutrientes disueltos del agua que se mueve a través de la roca fracturada. Otros pueden incorporar compuestos inorgánicos que se encuentran en su sustrato rocoso (posiblemente mediante la excreción de ácidos para disolver la roca)”.
Así que el estudiar en ambientes análogos en la tierra, nos puede brindar una visión más integral para cuando vayamos a lugares fuera de nuestro hogar.
Sirvan estas breves líneas para brindar una perspectiva de la importancia del estudio de la geología planetaria para comprender de la mejor forma posible los nuevos ambientes que encontraremos al ampliar nuestro horizonte en la bastedad del universo. Recordando a Martínez, (2024, P. 57) quien menciona que “Desde los estudios de los análogos en la Tierra, se pueden establecer pautas, protocolos y modelos útiles para la futura exploración robótica y humana en Marte y otros planetas y lunas. Y también contribuir a la búsqueda de vida y a la futura habitabilidad de las misiones tripuladas en entornos hostiles, que requieren conocer cuáles son los materiales y los recursos con los que podremos contar cuando estemos a millones de kilómetros de nuestra casa, la Tierra”. Podemos sugerir que quienes deseen formarse para ser elegibles en las futuras misiones fuera de la tierra, incluyan materias de geología en su estudio.
Fuente: Elaboración propia.
En las instalaciones del Palacio de Minería. Ciudad de México.
Fuente: Elaboración propia.
En las instalaciones de UNIVERSUM. Ciudad Universitaria.
Fuente: Elaboración propia.
Tocando una roca lunar traída por la misión Apolo XVII, en las instalaciones de UNIVERSUM. Ciudad Universitaria.
Fuente: Elaboración propia.
A un lado de una roca lunar traída por la misión Apolo XI, en las instalaciones de UNIVERSUM. Ciudad Universitaria.
Fuente: Elaboración propia.
En las instalaciones de la Agencia Espacial Mexicana. Ciudad de México.
Fuente: Elaboración propia.
En las instalaciones de la Agencia Espacial Mexicana, con su director el Dr. Salvador Landeros. Ciudad de México.