Una psicóloga en la Luna

Luisa Flores

Fecha: 2025-04-14


Sabemos que las culturas antiguas fueron punta de lanza en la curiosidad del humano hacia el cosmos, que pareciera que con tan poca “tecnología” pudieron ver en las estrellas formas y figuras que dejaron grabadas en las generaciones actuales y futuras.

En México, los temas sobre el sector espacial han ganado popularidad en años recientes. Muchas de las veces cuando oímos sobre esto, lo primero que viene a la mente, la mayor parte del tiempo, son cohetes, astronautas, y la agencia espacial norteamericana que los entrena y los lanza a grandes misiones.

Desde la puesta en órbita de nuestro primer sistema de satélites mexicanos y antes, la tecnología, así como los talentos concentrados en laboratorios de nuestro país se han estado desarrollando estos temas. Como, por ejemplo: investigaciones en universidades y agencias extranjeras, en misiones análogas, incluso algún mexicano orbitó la Tierra.

Soy una mujer interesada por la dinámica humana y los procesos mentales, los cuales pienso que se asemejan en pequeña escala al cosmos. Autodidacta de los temas espaciales y versátil en mí hacer.

Obtuve una doble licenciatura en Psicología, por la Universidad de Londres y la Universidad Nacional Autónoma de México. Con especialidad en el área de Psicología Forense, con una línea terminal en Procesos Psicosociales y Culturales. Sin embargo, nunca me he limitado a estar dentro del área de mí formación académica, lo que me llevó al mundo de la ciencia.

La curiosidad de saber qué hay más allá de las líneas tradicionales de la Psicología, me llevó al laboratorio de instrumentación espacial LINX a donde llegué para realizar mi servicio social. En medio del vasto catálogo de hospitales, fundaciones, escuelas y diversas empresas, encontré el nombre del instituto donde se haría la estancia, llamó tanto mi atención que no miré más y me lancé en su búsqueda.

Estaba nerviosa, era mi primer contacto con los temas del sector espacial los cuales creí que sólo ciertas carreras podían entender y tenían cabida a participar. La iniciativa siempre será una buena compañera para los curiosos, te lleva a ganar incluso lo que jamás pensaste que podrías lograr con lo que ya tienes.

Recuerdo que fue por la mañana que hable con el jefe del laboratorio, una plática muy amena, al mismo tiempo que lo escuchaba, venían tantas ideas a mi cabeza, sobre lo que me contaba de qué iba el laboratorio y cómo podría Yo aportar desde mi conocimiento y la experiencia que yo tenía. Ahí fue donde comenzó mi aventura hacia la primera misión lunar mexicana.

Comencé con tanto entusiasmo mi servicio, que una vez avanzando en mi proceso, invertía a veces un poco más de tiempo para involucrarme. Esto me abrió un panorama enriquecedor para encontrarme con perfiles de distintas disciplinas como ingenierías, química, diseño, ciencias, física, actuaría, medicina, biomédica, sistemas, leyes y artistas. Yo era la única psicóloga, situación que no fue fácil al inicio, cuando ingrese, había quienes estaban con recelo, pensaban que los iba a estudiar como si fueran parte de un experimento, absolutamente nada que ver. Mi objetivo era totalmente aportar a lo que en ese momento era la necesidad principal; implementar la administración del desempeño general de los colaboradores, por supuesto que apliqué parte de mi experiencia ahí porque ya contaba con un poco de conocimientos del área de recursos humanos. Y por supuesto todo lo que se pudiera aportar más allá, por ejemplo, crear estrategias de integración para los nuevos participantes, que no crean que llegaron a un ambiente donde sólo se trata de hacer las cosas por protocolo, sino que también existen compañeros afines con los que pueden coincidir y hacer de las tareas algo más nutritivo de manera académica, profesional, y personal.

Siendo sincera, para mí representaba un mundo totalmente nuevo; terminología, actividades, proyectos que definitivamente desconocía. Es ahí donde puse en práctica ese cosquilleo por saber qué hay más allá, comencé a preguntar a mis compañeros, qué es lo que hacían, siempre fueron muy accesibles a explicarme de qué trataba lo que hacían, había incluso quienes se emocionaron de sólo mencionar sus objetivos o de estar ahí contribuyendo a una misión muy especial.

Cada que no comprendía la terminología o el objetivo de lo que hacían, pedía que me dieran un ejemplo o les replicaba lo mencionado con otro para saber sí había entendido, dando pie a investigar por mi parte también, para tener una mirada más clara de qué iba cada especialidad. No dudé en sugerir que cómo parte de mi estancia, podría hacer entrevistas a los interesados en ingresar al laboratorio, para detectar su talento e intereses para apoyarles y ubicarlos en el equipo donde pudieran tener el mejor desarrollo de sus habilidades y fortalecer su conocimiento.

Con el paso del tiempo, por mi vocación, observaba que los compañeros a veces llegaban cabizbajos, había ausencias e incluso no lograban completar sus objetivos, me di cuenta que más que un equipo técnico, era un grupo de personas con mentes cansadas, confundidas o frustradas. Por lo que decidí plantear que podría darles soporte psicológico, basado en proporcionarles herramientas para que pudieran acudir a los especialistas, hubo quienes sólo me pedían que les escuchara para descargar la tensión del momento. finalmente somos seres humanos y saber que hay alguien en que podamos confiar nos da soporte emocional. Adicionalmente, comencé a trabajar para que tuvieran un sentido de pertenencia al laboratorio, que fuera no sólo ser un alumno más, sino que además del alumno, ser el colaborador que estuvo ahí y aportó algo. Así que, como parte de las acciones, se presentó ante todo el equipo de trabajo a los nuevos integrantes a través de un grupo de whatsapp lo que permitió un espacio para conocerse, aunque no coincidieran en horarios. Esto les dio la oportunidad de consultarse entre ellos, para resolver dudas, dar seguimiento a pendientes, y encontrarse con compañeros de la escuela o facultad lo que hizo la adaptación más fluida. Eso no fue todo; también en el grupo se les felicitó en sus cumpleaños para darles visibilidad, y no solamente al reconocer su labor, también hacerles saber que son importantes como personas. Los compañeros les mandaban mensajes. Para los “Cumpleañeros” les elaboraba una pequeña tarjeta con temática espacial y un pequeño presente.

La contraparte se dio con participantes que no lograban integrarse o se sentían perdidos ante lo que hacían, esa parte era muy delicada, ya que abordar a alguien en esta situación es de cuidado.

Mi servicio social concluyó, yo me sentía bastante a gusto en el laboratorio. En mi facultad mi asesora de reportes de servicio social estaba sorprendida sobre las estrategias aplicadas al entorno laboral, las herramientas tecnológicas (TICS) que utilice, el invitar a los compañeros del laboratorio a utilizarlas como herramientas para facilitar la coordinación de sus resultados de desempeño. Fue increíble para ella ver que era la única persona que optó por hacer su servicio social en este lugar. Yo me sentía contenta con sus comentarios, fue motivo también para rectificar que la curiosidad no mató al gato, sino que le hizo aprender más. Tanto así, que mí gusto por la tecnología, la ciencia, las temáticas espaciales, la psicología y querer combinar estas, que decidí pedir la oportunidad para seguir contribuyendo al equipo, lo cual se me concedió. Lo vi como un empuje para relacionarme más con el conocimiento de lo espacial y todo lo que lo rodea.

Así que dándome cuenta de la magnitud de lo que se estaba logrando, de la importancia que tendría la misión, pero también la emoción de saber que era parte de este proyecto. Propuse que se le diera difusión al laboratorio, era importante compartir la oportunidad a más talentos allá fuera, pero también a la misión, que hubiera más información de lo que se estaba preparando, que no era solo un evento, que será la actividad a la que podrán sumarse más personas de diversos talentos. Que en temas espaciales no sólo se trata de una disciplina, sino que todas las áreas del conocimiento tienen cabida en el sector espacial, cada una de ellas siempre aporta un valor a las misiones. Así comencé a hacer divulgación a través de redes sociales. También seguía en la dinámica de ser autodidacta, a comprender las temáticas espaciales, a comenzar hacer investigación. Me apoye en mis compañeros para saber tanto sobre fuentes de información como de material.

El verdadero reto fue transmitir esa información textual y visual, para un público en general, uno nunca sabe quién va leer tu publicación o a quién le darás su primer contacto para interesarse en esto. Me apoye en la experiencia en docencia que venía ejerciendo desde ya tiempo con mis alumnos de diversas edades, así como la dinámica que utilizaba para explicar los temas. Me di a la tarea de aprender a utilizar sistemas amigables para realizar infografías y carteles, saber cómo acomodar la información, hacerla atractiva, digerible, pero sin perder el profesionalismo y seriedad que debe tener. Sobre la marcha fui puliendo los detalles, organizando la parrilla de contenidos. He de decir con orgullo que las métricas de la plataforma que se manejaba indican que nuestro público iba desde chicos de 13 años de edad y hasta los 60 años de edad aproximadamente, y el alcance no sólo nos visitaban de la CDMX, sino otros estados y países. Llegaron seguidores preguntando cómo ingresar al equipo del proyecto, indagando sobre a lo que se dedicaba el laboratorio. En las convocatorias que lanzábamos para buscar talento, teníamos buena respuesta y nos llegaban varias solicitudes.

Llegó uno de los puntos más importantes para terminar la primera misión lunar mexicana, por lo que se decidió que era momento de sacar al público nuevo material de divulgación, darle una visión fresca, profesional, que quien lo viera como mexicano sintiera orgullo de lo que se estaba desarrollando en su país. Ahí es cuando establezco un equipo para darle forma a la página web oficial, pero también para el material de divulgación, desde programadores, diseñadoras, artistas, todos aprendiendo de todos, puedo decir que me emocionaba mucho ver las ideas del equipo, la creatividad que fluía,  la sinergia que había, éramos un equipo de 5 personas, he de reconocer su talento, sus aportaciones, sus ideas para que todo ese material visual y textual tuviera la forma que se necesitaba para hacerlo a la altura de lo profesional. Aprendí tanto, que decidí continuar con la adquisición de más conocimiento del sector, esto con la práctica.

Entonces llegó la crisis de la pandemia; sucedió cuando el país y todo el mundo pasó por el confinamiento. Procuraba que los contactos virtuales tuvieran periodos razonables para tener resultados, tanto del lado de talento y divulgación, equipo que yo llevaba, como de los demás equipos de trabajo, las dinámicas de integración, platicar sobre sus actividades, hacer amena lo que de por sí ya era difícil pasar. Que nadie se sintiera desconectado, que no se perdiera el contacto con otros y de lo que estábamos haciendo como equipo.

Llega el momento en que podemos ir al laboratorio de manera presencial, pero con restricciones y medidas de seguridad, no todos debían estar ahí por lo que respetamos el protocolo, pero la situación del aislamiento, así como del ritmo de trabajo nos seguía afectando; hubo compañeros que necesitaron contención, así como desahogarse de lo que sentían en ese momento, les apoyaba con herramientas o canalización para que pudieran sentirse más seguros. En esos momentos se me pidió el apoyo de manera técnica, quedé extrañada, pero me emocionaba demasiado también saber que podría contribuir de esa manera a la misión. Lo que sucedió fue que un día llegando al laboratorio vi a mis compañeros trabajando mientras hacían unas pruebas tejiendo las fibras que se usaron para el sistema de despliegue de los robots y decidí apoyar. Resultó que contaba con el nivel de habilidad requerido, lo que me convirtió en la Splicing leader.

Trabajé con fibras sintéticas de grado espacial, del mismo tipo que se empleó para el despliegue de algunos exploradores robóticos “Rover” en Marte. Utilice conocimiento de tejido que ya tenía, se me pidió que hiciera el sistema de sujeción para la catapulta el cual no debía tener nudos, tampoco que quedarán “despeinadas” las fibras. Se tenía que tener mucho cuidado ya que utilizar algún tipo de antifrizz estaba prohibido para evitar dañar a las misma. Estaba sentada ahí, frente a ese mechón, cualquiera diría que es fácil trenzar, pero hacerlo es un arte, porque esto no iba a ser en cualquier material, era cosa seria. También de esto dependía que la carga se integrara o no al transporte alunizador.

Para concentrarme, me coloqué mis audífonos, puse música y recordé cuando de niña mi abuelita siempre me hacía trenzas, en particular, unas donde no utilizaba ligas para que quedaran fijas y tejidas, maravillosa enseñanza ancestral, comencé a tejer, valiéndome no sólo de las manos y los patrones que ya conocía, sino que de los instrumentos que tenían en su mesa de trabajo mis compañeros, tomé lo que visualizaba que podría ayudarme para continuar con el tejido de mayor dificultad. Como  las puntas o las fibras eran cada vez más pequeñas; que no quedara abultado, alguna fibra de fuera, distribuir el material a lo largo y ancho. Gracias también al ingenio de un compañero en especial, quien me apoyó haciendo ensartadores especiales, que ambos diseñamos, con el material que había en el laboratorio; a mi madre por prestar sus ganchos de tejido que ya no le fueron devueltos, que me disculpe mi mamá. El momento decisivo fue cuando en el último día en que estaría la carga en el laboratorio, estábamos en la cámara limpia, cortos de tiempo, ya que por protocolo solo podíamos permanecer un tiempo límite y solamente un par de personas por restricciones de salud, ese día, dos de mis compañeros me ayudaron sosteniendo la catapulta para facilitar el tejido. Todos ahí éramos conscientes de la importancia, así como de la seriedad de la misión y de nuestro trabajo, mismo que representaría no sólo a nosotros, sino a todo un país. Pero somos mexicanos y de todo sacamos el lado bueno y divertido, así que resulta que el resto del equipo afuera del cuarto limpio con carteles y plumones ponían los minutos que faltaban para desalojar forzosamente el laboratorio, era gracioso y reíamos tanto los de adentro como los de afuera ya sea por nervios, la tensión, nos resultaba cómico como nos presentaban los carteles o las frases, tomaban fotos. Recuerdo que entre concentración y risa estaba tejiendo con precisión y rapidez, al final se pudo, me sentí como cuando en las películas debes cortar el cable adecuado para no hacer estallar la bomba.

Como conclusión puedo decir que fue una experiencia increíble, que antes en ningún momento me pasó por la mente que podría participar en un experimento espacial. Como mencioné, saber que mi trabajo técnico también se va ir a la luna, me hizo sentir como aquella caricatura de la infancia sobre unas chicas guerreras que representaban los planetas de nuestro sistema solar y al mirarlas quería ser como una de ellas, tener esos poderes. Sin saber que ese poder ya estaba en mí, esperando salir en el momento adecuado y ser una verdadera sailor scout. Quiero pensar e investigando un poco, que podría ser la primera mujer psicóloga mexicana cuyo trabajo es parte importante de la primera misión espacial mexicana a la luna y eso, me hace sentir orgullosa desde mis raíces, hasta lo que pueda seguir construyendo en el futuro.



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Revista Hacia El Espacio de divulgación de la ciencia y tecnología espacial de la Agencia Espacial Mexicana.