Los seres humanos somos el resultado de millones de años de evolución animal sobre la superficie de la Tierra, y por lo tanto nos hemos adaptado a la vida con las condiciones físicas que siempre nos ha proporcionado nuestro planeta. Al inicio de los programas espaciales tanto de los Estados Unidos como de la Unión Soviética durante los años 1950s, los científicos a cargo de los primeros vuelos espaciales se preguntaban cómo afectaría a los seres humanos la vida afuera de nuestro ambiente atmosférico protector, así como la falta de gravedad, y las condiciones bajo las cuales se pudiese lograr el vuelo espacial sin causar daño a los seres humanos.
Los efectos negativos del espacio más graves para el cuerpo humano son causados por la ingravidez a largo plazo lejos de la superficie terrestre, y se presentan en la forma de Atrofia muscular, y Deterioro del esqueleto (Osteopenia de vuelo espacial) [1]. Otros efectos importantes son la disminución de funciones del sistema cardiovascular, menor producción de glóbulos rojos en la sangre, trastornos del equilibrio y debilidad del sistema inmune, además de la redistribución de fluidos y pérdida de masa corporal, congestión nasal, trastornos del sueño y excesivas flatulencias. Sin embargo, aunque los astronautas que habitan por meses en la Estación Espacial Internacional (EEI) necesitan ejercitarse diario para reducir estos efectos mientras están en órbita, aunque todos estos efectos desaparecen rápidamente al regresar a la Tierra. El interés actual en estudiar este tema se debe a la posibilidad cada vez más cercana de hacer largos viajes espaciales tripulados, donde la exploración espacial será llevada a cabo por seres humanos en viajes con duración de varios años antes de regresar a las condiciones que tenemos en la Tierra, y donde la salud física, mental y emocional de los exploradores pueda garantizar el éxito total de la misión. El estudio del cuidado y salud de los humanos en el espacio se conoce como Medicina Espacial o también Aeroespacial, que se apoya en la Enfermería Espacial, y en las cuales cada vez hay más interés por parte de universidades y agencias espaciales en todo el mundo [2], [3], [4], [5], [6].
Fisiología Humana en el Medio Ambiente Terrestre y Espacial
Desde la concepción y nuestro nacimiento, la gravedad nos mantiene pegados al suelo y nuestro cuerpo está acostumbrado a luchar contra esta fuerza que nos empuja hacia abajo, por lo que todos nuestros huesos, músculos y células se han desarrollado de manera que ejerzan y mantengan la fuerza necesaria para vencer la fuerza de la gravedad. Sin embargo, eso no sucede en el caso de los viajes espaciales, donde la microgravedad hace que el cuerpo humano cambie su fisiología en el caso de viajes de larga duración en el espacio. La otra gran particularidad de la vida en el espacio que nos afecta es la ausencia de la atmósfera, la cual nos protege de las variaciones extremas en temperatura, nos proporciona aire para respirar y la cual, junto con el campo magnético de la Tierra, nos proporciona blindaje contra radiaciones de gran intensidad, perjudicial para los seres vivos. La Medicina Espacial busca descubrir cómo y por cuánto tiempo pueden sobrevivir los humanos las condiciones extremas del espacio, y qué tan rápido se pueden readaptar al medio ambiente terrestre una vez que regresen del espacio.
La Medicina Espacial busca desarrollar medidas preventivas y paliativas para reducir las molestias de la vida en un ambiente para el cual los humanos no están adaptados. Las condiciones ambientales que encuentran los seres humanos cuando están en el espacio no son las que han tenido durante millones de años de evolución, por los que se ha echado mano de la tecnología en naves y trajes espaciales que protegen de las duras condiciones del espacio exterior. Lo más importante para poder sobrevivir fuera de la atmósfera terrestre está incluido dentro del Sistema de Soporte Vital (Life Support System), que es un grupo de dispositivos que proporcionan el aire para respirar, y el agua y alimentos para sobrevivir fuera de la atmósfera. Este sistema proporciona además una atmósfera artificial con la temperatura y presión ambiental que requiere el cuerpo humano para poder vivir, y maneja los desechos líquidos y sólidos del cuerpo humano producto de sus procesos de alimentación. Finalmente, este sistema debe proteger de los peligrosos efectos que se encuentran en el espacio exterior, tales como la radiación y los micrometeoros.
Astronauta Bruce McCandless en 1984 dentro de un traje espacial durante la misión STS-41-B, fuera del trasbordador espacial. Imagen Archivo NASA [9].
Exposición del Cuerpo Humano al Medio Ambiente Espacial
El medio ambiente espacial es mortal para los seres humanos si no cuentan con la protección adecuada al abandonar nuestro planeta, donde la mayor amenaza en el vacío del espacio proviene de la falta de oxígeno y presión a que están acostumbrados nuestros cuerpos, junto a la temperatura y la radiación, como se describe a continuación.
Ausencia de Oxígeno y Presión.- El Sistema de Soporte Vital proporciona una atmósfera artificial encargada de la temperatura, aire y presión atmosférica similar a la que encontramos en la superficie de la Tierra. Los seres humanos se han adaptado a una atmósfera con aire que contiene una mezcla de gases, Nitrógeno y el Oxígeno principalmente, con una presión determinada que debe reajustarse al salir de la Tierra ya que ésta puede disminuir, dejando a la persona inconsciente y morir por hipoxia. Esta es una condición médica donde el cuerpo, o partes del cuerpo, no reciben la cantidad requerida de oxígeno o mezcla de gases a la que se está acostumbrado, como ocurre a alpinistas de montaña, paracaidistas y personas que a una gran altura sobre la superficie de la Tierra, o a buzos después de una inmersión a gran profundidad. La disminución en la presión sanguínea hace que la hemoglobina en los glóbulos rojos aumente su temperatura, obstaculizando su paso a través de los alveolos en los pulmones debido a la hipoxia. Aunque el vapor del agua y gases de otros líquidos hincha las moléculas del cuerpo al doble de su tamaño, su crecimiento por hipoxia sólo permite entre 30 segundos y 2 minutos antes de sufrir desmayos o incluso la muerte. Una rápida descompresión puede incluso ser más peligrosa que la misma exposición al vacío, con los tímpanos, senos nasales y otros tejidos suaves sufriendo los primeros efectos fatales.
Variaciones extremas en temperatura y radiación.- Fuera de la atmósfera no hay manera de eliminar el calor del cuerpo por conducción o convección, por lo que en el vacío sólo se puede perder calor mediante la radiación del cuerpo. Un ser humano con una temperatura corporal de 36.8° C (310 K) sólo puede radiar este calor hacia el espacio exterior (a 3 K), el cual es un proceso particularmente lento en personas cubiertas con ropa y otros vestidos, por lo que un ser humano sin protección térmica en el espacio exterior no tiene peligro inmediato de congelamiento. El rápido congelamiento de la humedad puede crear escarcha en la piel, que tampoco es un peligro a corto plazo. Sin embargo, la exposición a la radiación directa de intensa luz solar sí puede lograr un calentamiento de la parte del cuerpo frontal a la radiación, que puede ser distribuido por la conductividad del cuerpo y la circulación de la sangre, pero el verdadero peligro está en la radiación ultravioleta del Sol, que puede causar quemaduras severas en el cuerpo en unos pocos segundos. La radiación es particularmente dañina a los ojos, ya que ha provocado casos de problemas en la visión, incluso ceguera, en astronautas que participaron en las primeras misiones espaciales de larga duración: el cosmonauta soviético Valentín Levedev pasó 221 días a bordo de la estación espacial MIR en 1982 y perdió la vista progresivamente debido a cataratas en los ojos. Aunque se han hecho mejoras en los trajes y cascos de los astronautas, y en la protección y blindaje de las naves espaciales, esta sigue siendo una causa de preocupación en el caso de misiones de larga duración.
Aumento en los niveles de radiación.- La tripulación de la EEI está protegida parcialmente por el campo magnético de la Tierra, ya que la magnetósfera desvía el viento solar alrededor de la Tierra y de la EEI, aunque las llamaradas solares deforman y penetran el campo magnético que la defiende. La Atmósfera y Magnetósfera de la Tierra protegen a los astronautas de los altos niveles de radiación que se recibirían a alturas aún mayores, ya que un año en órbita baja (Low Earth Orbit, LEO) permite un dosis de radiación 10 veces mayor que la recibida en la superficie de la Tierra, pero mucho menor que a mayores órbitas. La radiación de gran intensidad daña los linfocitos, las células que proporcionan al cuerpo humano la protección del Sistema Inmunológico, por lo que los astronautas tienen un sistema inmunológico más débil en el espacio que en la Tierra. Fuera de la protección de las órbitas bajas, los astronautas tienen un peligro aún mayor causado por los rayos cósmicos, que aumentan grandemente la posibilidad de adquirir cáncer a quienes está expuestos. Las llamaradas solares pueden enviar dosis fatales de radiación en minutos, aunque por suerte son muy escasas en dirección a la Tierra, por lo que el blindaje y medicinas protectoras pueden reducir el riesgo a niveles tolerables de exposición en órbita baja.
Comparación de dosis de radiación en el espacio, incluidos un viaje de la Tierra a Marte, y una permanencia de 6 meses en la EEI. Imagen Archivo Wikipedia [1].
Aunque el Sistema de Soporte Vital proporciona una atmósfera artificial crucial para el correcto funcionamiento del cuerpo humano dentro de una nave o un traje de astronauta en el espacio, no le puede proteger contra todo lo que le sucede una vez fuera de nuestro planeta, particularmente en aspectos de falta de gravedad. Los principales efectos adversos para el bienestar del cuerpo humano en un ambiente de microgravedad se pueden describir como: 1) Cambios en la distribución de fluidos corporales, 2) Deterioro de sistema músculo-esquelético, y 3) Pérdida de Propio-cepción (la pérdida de sensaciones y/o estímulos sensoriales de una persona en su propio cuerpo). A continuación se mencionan los detalles de estos efectos.
1) Redistribución de Fluidos.- Como cerca del 60% del cuerpo humano está compuesto por agua, en unos cuantos momentos en un ambiente de microgravedad los fluidos se redistribuyen en la parte superior del cuerpo, abultando las venas del cuello, hinchando la cara y congestionando los senos nasales, a veces por toda la misión, parecido a los síntomas del resfriado. La necesidad de mantener la presión sanguínea en cambio crea una mayor reacción en el cuerpo debido a la disminución de cerca del 20% del volumen de plasma en la sangre, lo que provoca un adelgazamiento de las piernas y un abultamiento del torso por la duración del vuelo espacial. Al regresar a la Tierra después de misiones de larga duración algunos astronautas se desmayan en sólo unos minutos debido a peligrosos cambios en la presión y contenido de plasma del sistema sanguíneo causados por la debilidad del corazón, que envía menos oxígeno al cerebro. Esta situación regresa a la normalidad al poco tiempo de regresar a la Tierra.
2) Deterioro del Sistema Músculo-esquelético.- El mayor efecto a largo plazo de la ingravidez se tiene en la pérdida de masa muscular y ósea. Sin la presencia de la gravedad los músculos no necesitan mantener una postura determinada y los grupos de músculos necesarios para moverse en el espacio son muy diferentes a los necesarios para moverse en la Tierra. Quizá el caso más sencillo de comprender es el manejo de los músculos de vientre y espalda para estirar la espalda, del cuello para forzarnos a levantar la cabeza, o estirar las piernas para mantener y sostener el peso de la cabeza, torso y extremidades. En cierta manera la evolución del ser humano logró esto, que nos diferencia de los demás primates al caminar erguidos sobre dos extremidades y no cuatro como los demás mamíferos, pero esto sucedió durante miles de años sobre la superficie de la Tierra. El hecho de asumir y mantener una postura rígida en la Tierra es muy diferente al caso del vuelo espacial, donde la ingravidez incita a adoptar una cómoda posición fetal que no requiere del uso consciente del sistema músculo-esquelético, por lo que en el espacio los músculos se debilitan y empequeñecen, pudiéndose atrofiar rápidamente y perder hasta el 20% de su masa muscular si no se hace ejercicio regular a bordo de la nave espacial [1]. El metabolismo de los huesos también cambia en el espacio al existir muy poca tensión mecánica en los huesos por la microgravedad, causando una pérdida mensual aproximada del 1.5% del tejido óseo, particularmente en las vértebras inferiores, en la cadera y el fémur. Si no se hacen ajustes en la alimentación de los astronautas, esta leve pero continua pérdida de tejido óseo puede elevar los niveles de calcio en la sangre y generar calcificación del tejido blando y formar cálculos renales, aunque al término de misiones menores a un año de duración los astronautas en Tierra recuperan su densidad ósea en un periodo de 3 o 4 años. Actualmente cada astronauta en órbita debe hacer al menos dos horas de ejercicio físico, para lo cual cuentan con pesas, cuerdas elásticas, caminadoras y bicicletas estacionarias, entre otros, para compensar por los efectos de la falta de gravedad en su estado físico. El estudio permanente de los efectos a largo plazo sobre huesos y músculos de la tripulación en naves espaciales busca mejorar las condiciones de vida, alimentación y ejercicio del personal por la duración completa de la misión, preparándose para futuros viajes de meses o años.
Astronauta haciendo ejercicio en caminadora estacionaria a bordo de la Estación Espacial Internacional (EEI). Imagen Archivo Wikipedia [8].
2) Deterioro del Sistema Músculo-esquelético.- El mayor efecto a largo plazo de la ingravidez se tiene en la pérdida de masa muscular y ósea. Sin la presencia de la gravedad los músculos no necesitan mantener una postura determinada y los grupos de músculos necesarios para moverse en el espacio son muy diferentes a los necesarios para moverse en la Tierra. Quizá el caso más sencillo de comprender es el manejo de los músculos de vientre y espalda para estirar la espalda, del cuello para forzarnos a levantar la cabeza, o estirar las piernas para mantener y sostener el peso de la cabeza, torso y extremidades. En cierta manera la evolución del ser humano logró esto, que nos diferencia de los demás primates al caminar erguidos sobre dos extremidades y no cuatro como los demás mamíferos, pero esto sucedió durante miles de años sobre la superficie de la Tierra. El hecho de asumir y mantener una postura rígida en la Tierra es muy diferente al caso del vuelo espacial, donde la ingravidez incita a adoptar una cómoda posición fetal que no requiere del uso consciente del sistema músculo-esquelético, por lo que en el espacio los músculos se debilitan y empequeñecen, pudiéndose atrofiar rápidamente y perder hasta el 20% de su masa muscular si no se hace ejercicio regular a bordo de la nave espacial [1]. El metabolismo de los huesos también cambia en el espacio al existir muy poca tensión mecánica en los huesos por la microgravedad, causando una pérdida mensual aproximada del 1.5% del tejido óseo, particularmente en las vértebras inferiores, en la cadera y el fémur. Si no se hacen ajustes en la alimentación de los astronautas, esta leve pero continua pérdida de tejido óseo puede elevar los niveles de calcio en la sangre y generar calcificación del tejido blando y formar cálculos renales, aunque al término de misiones menores a un año de duración los astronautas en Tierra recuperan su densidad ósea en un periodo de 3 o 4 años. Actualmente cada astronauta en órbita debe hacer al menos dos horas de ejercicio físico, para lo cual cuentan con pesas, cuerdas elásticas, caminadoras y bicicletas estacionarias, entre otros, para compensar por los efectos de la falta de gravedad en su estado físico. El estudio permanente de los efectos a largo plazo sobre huesos y músculos de la tripulación en naves espaciales busca mejorar las condiciones de vida, alimentación y ejercicio del personal por la duración completa de la misión, preparándose para futuros viajes de meses o años.
3) Pérdida de Propio-cepción.-
La Propio-cepción es el sentido de la posición relativa de partes del cuerpo humano y la fuerza necesaria para mover posición, velocidad y aceleración de las extremidades por la persona misma. Durante la increíble aceleración que se requiere para alcanzar la órbita en vuelos espaciales, los sistemas vestibular y propio-ceptivo no responden de manera normal. Las fuerzas inerciales creadas por el cohete al despegar verticalmente, junto con la fuerza centrífuga creada al dar éste la vuelta para colocarse en órbita sobre la superficie de la Tierra, hace que la fuerza gravito-inercial que reciben los órganos otolitos, que son la parte del oído interno que nos da información sobre la gravedad y la aceleración lineal, no se puedan alinear con la gravedad, lo que lleva a un error de juicio perceptual de la vertical. Además, los canales semicirculares del oído interno proporcionan información rotacional al cerebro sobre la aceleración en los ejes de cabeceo, balanceo y guiñada (pitch, roll, yaw), que en caso de cambios prolongados (más de 20 segundos) resulta en la percepción equivocada de movimiento en la dirección opuesta. Toda esta información se integra con el Sistema Vestibular, que proporcionaría el sentido del equilibrio, pero al no tenerse un sentido claro del equilibrio en el espacio, el concepto de ”Arriba”, “Abajo”, “Adelante” o “Atrás” se proporciona equivocadamente al cerebro, por lo que el astronauta no puede calcular correctamente la fuerza, velocidad y aceleración de los movimientos de sus propias extremidades, aparentando una torpeza inusual hasta que aprende a controlar estos conceptos en su propio cuerpo. En condiciones visuales ideales esta percepción equivocada se corrige volteando hacia afuera para ver la realidad por la ventana, pero sin esta ayuda visual (astronauta dentro de una cápsula sin ventanas) no se puede hacer esta corrección y la dirección de “Abajo” es la dirección a sus pies, no al centro de la Tierra. Estos efectos e ilusiones visuales se conocen como desorientación espacial y duran poco.
Sistema Vestibular, Estructuras del oído interno. Imagen Archivo Wikipedia [11].
Fisiología Humana Dentro de un Vehículo Espacial
Desde el punto de vista de una persona que está haciendo una actividad rutinaria, la vida en el espacio debería tener poca o ninguna diferencia con respecto a la vida diaria en la Tierra. Sin embargo esto no sucede en el espacio debido a las siguientes situaciones.
Microgravedad.- Dada la distancia entre las naves espaciales y la superficie de la Tierra, particularmente los transbordadores y estaciones espaciales en órbita, los astronautas y cosmonautas perciben una fuerte reducción del efecto gravitacional hacia el centro de nuestro planeta, llamada microgravedad, que les permite flotar dentro de la nave. La exposición a la microgravedad causa el Síndrome de Adaptación Espacial, que es una leve náusea causada por el desarreglo del sistema vestibular y desaparece en poco tiempo. En cambio, la exposición a largo plazo causa múltiples problemas, principalmente en los aspectos de pérdida de masa muscular y ósea. Con el tiempo estos efectos pueden deteriorar el rendimiento de los astronautas, aumentar el riesgo de heridas, reducir su capacidad aeróbica y limitar su sistema cardiovascular. Como el cuerpo humano consiste principalmente de fluidos, la gravedad en Tierra los baja a la parte inferior de cuerpo, que tiene la manera de balancearse solo. Como en el espacio no hay gravedad, el cuerpo trata de balancear los fluidos, pero al haber pocos fluidos en su parte inferior, el empuje hacia arriba crea las caras infladas que frecuentemente muestran los astronautas. Esta redistribución de fluidos dentro del cuerpo puede causar trastornos en el equilibrio, trastornos en la visión, y pérdida de los sentidos del gusto y olfato.
Astronautas dentro de la EEI realizando varias actividades en condiciones de ingravidez. Imagen Archivo Wikipedia [10].
Efectos sicológicos de la vida en el espacio.- Aunque no se han analizado los efectos sicológicos a largo plazo de la vida en el espacio, se han buscado analogías en la Tierra, como las estaciones submarinas o las Antárticas, y se ha encontrado que el estrés en la tripulación, junto con la adaptación del cuerpo a otros cambios ambientales, producen ansiedad, insomnio y depresión. En base a estudios hechos con simulaciones en Tierra de equipos de gente en viajes espaciales de larga duración, encontraron que la primera parte, el viaje de ida, era una aventura emocionante, con mucho por hacer: grandes planes y la emoción de descubrir algo nuevo. La segunda parte era ya más rutinaria, con el cumplimiento de las actividades diarias programadas previamente y la solución de algún imprevisto, pero con el orgullo de hacer bien las cosas. Sin embargo se encontró que la tercera etapa fue la más difícil ya que la rutina se había hecho aburrida, tediosa, pesada, y los días parecían arrastrarse sin fin a la vista. El reto sicológico de las agencias espaciales será qué hacer con una tripulación cansada y aburrida, metida dentro de una lata metálica, comiendo comida almacenada por meses o años, tomando agua filtrada obtenida a partir de orina reciclada, en la vastedad del negro espacio que es lo único que se puede ver por la ventana. Por supuesto las agencias se preocupan por la salud física y mental de sus astronautas, las pueden estudiar y detectar mediante un riguroso entrenamiento y seguir a distancia mediante sistemas de comunicaciones, pero también están conscientes del peligro que representa a la tripulación tener un astronauta desquiciado y no poder hacer nada al respecto. Sin embargo, hasta ahora se ha encontrado gran resistencia al estrés sicológico en misiones de gran duración para el caso de los astronautas y cosmonautas, aun cuando han éstos tenido situaciones familiares fuertes como el nacimiento de un hijo o la muerte repentina de familiares muy cercanos.
Problemas con el sueño.- Se ha encontrado que la pobre cantidad y calidad del sueño experimentado en el espacio se debe a los ciclos de luz y obscuridad altamente variables en las cubiertas de vuelo y a la pobre iluminación diurna bordo de la nave espacial. La NASA ha observado que incluso el hecho de observar por la ventana puede enviar señales confusas al cerebro y alterar los ritmos circadianos de la tripulación, alterando los patrones de sueño y su estrés sicológico. El sueño de la tripulación a bordo de la EEI seguido se perturba debido a las continuas exigencias de las actividades de los astronautas a bordo, al mantenimiento preventivo y correctivo de la EEI, o a las llegadas y salidas de vehículos de aprovisionamiento. Los sonidos a bordo de la EEI son altos debido a necesidad de mantener una atmósfera interior estable, con ventiladores encendidos todo el tiempo que se pueden atorar en la gravedad cero. En la mayoría de los viajes de los transbordadores de la NASA, con 7 a 20 días de duración, la mitad de los astronautas tomaron píldoras para dormir y aun así tenían menos de dos horas de sueño al día en promedio. Las primeras tres semanas de vuelo espacial son el periodo crítico de adaptación para los seres humanos, ya que su atención se centra principalmente en la necesidad de ajustarse a los cambios extremos del medio ambiente.
Estudio de la Fisiología Humana en el Espacio en México
En México, el estudio inicial de la fisiología humana en el aire y espacio fue hecho por médicos militares para el caso aeronáutico, quienes estudiaban en el extranjero los efectos del cuerpo humano en vuelos aéreos, hacían exámenes médicos a pilotos, y evaluaban las capacidades físicas y sicológicas de los candidatos [12]. En 1976 se creó la Asociación Latinoamericana de Medicina Aeroespacial, hoy Asociación Iberoamericana de Medicina Aeroespacial (AIMA), y en 1982 se fundó la Asociación Mexicana de Medicina de Aviación. En 1985 de estableció el curso y especialización en Medicina Aeroespacial en la Escuela Militar de Graduados de Sanidad, de la Universidad del Ejército y Fuerza Aérea Mexicana (EMGS-UDEFA). En 1990 se fundó el Consejo Mexicano de Medicina Aeroespacial, en 1995 se certificó la especialidad por la Academia Nacional de Medicina, y en 2011 apareció el área de Medicina Aeroespacial y Telemedicina dentro de las políticas de la Agencia Espacial Mexicana.
Actualmente hay un gran interés dentro de la Medicina por formar médicos aeroespaciales, que se espera aumenten en el futuro a partir de la creación de la Agencia Espacial Mexicana (AEM). La información histórica recopilada por el Dr, Raúl Alva [12] y el Dr. y Cap. P.A. Carlos Salicrup [13] indica que los pioneros en esta área fueron el Dr. Raúl Terrés Prieto, médico militar, seguido por los Drs. Julio César Aguilera, Gonzalo Ruiz Mesquida y Heriberto Cabrera Vélez, quienes se capacitaron en EUA en la primera mitad del siglo XX. Después el Myr. Luis Ángel Amezcua González, primer médico aeroespacial mexicano al graduarse con honores en el extranjero y quien después fue Jefe de Medicina de Aviación de la Dirección General de Aviación Civil de la SCT. El Dr. Ramiro Iglesias Leal, médico cardiólogo mexicano, investigador, conferencista, escritor y pilar de la medicina aeroespacial en México, hizo la especialidad en Medicina Aeroespacial en los EUA en la década de 1960, colaboró en el Control Médico del programa Apollo de la NASA de 1968 a 1972, y recibió y evaluó el primer electrocardiograma desde órbita lunar de la historia. Posteriormente, el área de la Medicina Aeroespacial en México logró un gran impulso tras los esfuerzos del Dr. y Gral. Víctor M. Rico Jaime dentro de la UDEFA-EMGS, donde implementó la especialidad en Medicina Aeroespacial para médicos civiles y militares, con un programa académico de 3 años de residencia médica. En este sentido, la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) de México, a través de su Dirección General de Sanidad, Sección de Medicina Aeroespacial, organiza regularmente el Simposium de Medicina y Psicología Aeroespacial y tiene la cuenta de Medicina Aeroespacial México dentro de Facebook. Finalmente, se tiene el gran trabajo de difusión y divulgación del Dr. y Cap. Carlos Salicrup Díaz de León, médico aeroespacial y piloto aviador, registrado ante la FAA (EUA) y SCT (México), profesor invitado de Medicina aeroespacial en la Wright State University en Dayton, Ohio, y en la EMGS-UDEFA, y actual presidente de la Asociación Mexicana de Medicina de Aviación, entre muchos otros cargos.
Conclusión.- Es importante estudiar y comprender los problemas fisiológicos, médicos y sicológicos a los que se expone el cuerpo humano, producto de miles de años de evolución en la Tierra, al salir a un ambiente hostil como el espacio exterior. Para esto se debe conocer los efectos del vuelo espacial en los seres humanos si es que se desea salir a conocer y explorar el universo, más allá de la protección que nos ha dado la Tierra. Los estudios sobre los efectos del espacio exterior en astronautas y cosmonautas han ayudado a conocerlos, y se ha creado una nueva especialidad médica conocida como Medicina Espacial o Aeroespacial. Esta especialidad ya se ha iniciado en México por las fuerzas armadas y hay interés de crecer en esta dirección por otras universidades. Este escrito pretende apoyar y fomentar las acciones en este sentido, buscando fortalecer el programa espacial de México.
Acerca del autor:
El Dr. Roberto Conte Galván es Investigador Titular del Departamento de Electrónica y Telecomunicaciones del CICESE, dentro de los grupos de Tecnología Espacial y de Cibersalud y Telemedicina. Es Ingeniero en Electrónica y Comunicaciones por la UANL (1986), Maestro en Ciencias en Electrónica y Telecomunicaciones por el CICESE (1988), y Doctor en Filosofía en Ingeniería Eléctrica (Comunicaciones inalámbricas y satelitales) por el Instituto Politécnico de Virginia (Virginia Tech, 2000). Realizó un Diplomado en “Ciencia, Tecnología y Sociedad” impartido por la UNAM en conjunto con la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), en 2006. Participa en los Grupos de Telecomunicaciones y de Tecnología Espacial del CICESE desde 1988