LUCY / LUC BESSON                                        

Cine ESPACIAL

Zaira Fuentes

Fecha: 2014-10-01


LUCY / LUC BESSON                                        
Otras Cintas: El Quinto Elemento, León, Juana de Arco, Arthur y los Minimoys                                                   
 
“La vida nos fue dada hace billones de años ¿Qué hemos hecho con ella?". Así da comienzo está cinta donde, a través de imágenes, nos muestra como nuestra evolución y capacidad humana nos ha permitido desarrollar grandes avances, abordando una cuestión muy interesante sobre, el ser humano y la disyuntiva entre el tener y el ser.                                             
Lucy (Scarlett Johansson) es una mujer que tras haber sido engañada, tiene que transportar dentro de su estómago, una enzima sintetizada llamada CPH4, sin contar que más tarde, está será absorbida por su cuerpo, dándole la habilidad de utilizar el 100 por ciento de su capacidad mental.
 
De esta forma, Lucy (cuyo nombre hace referencia  al Autralopithecus afarensis descubierto por el estadounidense Donald Johanson) resolverá las interrogantes que el Profesor Norman (Morgan Freeman) y su auditorio, se plantean acerca de qué sucedería si alguien hiciera uso total de su capacidad mental.
 
Más allá de la acción y de los “poderes” adquiridos por Lucy, esta película abunda en uno de los mitos que ha perdurado a través del tiempo sobre la  utilización del 10 por ciento del cerebro. El origen de este mito es incierto, pero puede ser que se haya iniciado en la década de 1800, con Franz Joseph Gall (1757-1832) quien fundó la frenología y creía que las funciones mentales se localizaban en áreas específicas del cerebro.  Este mito también se le atribuye a declaraciones como las de Karl Spencer Lashley (1890-1958) quién al remover alrededor  del 58% de la corteza cerebral en ratas, observo que no se afectaban ciertos tipos de aprendizaje, creía que al dañar una parte del cerebro, otra parte del mismo reemplazaría esa función. O bien, las del psicólogo estadounidense William James, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, quién dijo que el ser humano rara vez usaba todo su potencial. 
 
La posible cifra del 10 por ciento, tal vez provenga a partir de que el cerebro humano tiene alrededor de 100 billones de neuronas, representando así el 10 por ciento, mientras que el resto son células no neuronales llamadas células gliales, que son igual de importantes que las neuronas.
 
Es muy difícil determinar el porcentaje que se utiliza, ya que el cerebro es muy complejo y varía de acuerdo a cada persona. Especialistas como el neurólogo Miquel Aguilar del Hospital Universitari Mutua de Terrassa, en Barcelona, menciona que la capacidad cerebral varía de acuerdo a cada individuo, hay quienes desarrollan de mejor forma ciertas capacidades, como la visual, pero no más allá de sus propias posibilidades.
 
El Dr.  Barry L. Beyerstein del Brain Behavior Laboratory de la Universidad de Simon Fraser en Vancouver afirma que sería difícil creer que el 90 por ciento de nuestro cerebro se encuentre en reposo, pues el cerebro se ha formado por selección natural y sería difícil pensar que este órgano hubiese gastado tantos recursos para no ser utilizado en su totalidad. Aún sí solo utilizáramos el 10 por ciento de nuestro cerebro ¿Por qué una lesión cerebral traería consigo algún tipo de déficit funcional? Esto, en conjunto con los avances en tecnología y neurociencia, como la Resonancia Magnética Funcional, demuestran que ninguna parte del cerebro permanece en reposo. Si bien no utilizamos todas las partes de nuestro cuerpo de forma simultánea, el cerebro permanece activo realizando diversas funciones, aun cuando estamos durmiendo.               
 
CEREBRO EN EL ESPACIO
 
La neurociencia ha jugado un papel muy importante en cuanto a cómo nuestras condiciones y el entorno mismo, afectan nuestras funciones cerebrales, pero está,  no se ha limitado a abundar solo en este aspecto, actualmente se realizan nuevas investigaciones sobre como el espacio exterior  puede afectar el cerebro humano, ésto de debe al gran interés de volver a realizar exploraciones espaciales tripuladas a la Luna y Marte.
 
Uno de los factores de riesgo más riesgosos, es el que ocurre cuando los astronautas, al salir de la protección del campo magnético de la Tierra, se exponen a la baja pero continua radiación cósmica. Un estudio financiado por la NASA demostró, tras haber sometido durante seis meses a ratones a niveles similares  a la radiación que habría en Marte, que sus habilidades cognitivas como el reconocimiento de objetos, aprendizaje y su capacidad para recordar objetos, disminuyo. También se demostró una acumulación anormal de la proteína Aβ usada como marcador del Alzheimer. Una hipótesis adicional es que la radiación cósmica también puede causar problemas cardiovasculares.
 
Otro estudio realizado desde el Department of Diagnostic and Interventional Imaging del Health Science Center de la Universidad de Texas en Houston, realizó estudios de resonancia magnética a 27 astronautas que habían estado expuestos a la microgravedad. Tras este estudio, se demostró que la exposición a la microgravedad puede derivar en una acumulación excesiva del líquido cefalorraquídeo alrededor del nervio óptico, presentar un aplanamiento del globo ocular, una protuberancia del nervio óptico o presentaron cambios en la glándula pituitaria.
 
Finalmente un experimento dentro del proyecto Neurolab, diseñado por el neurocientífico Joe McIntyre del College de France y sus colegas,  el cual consistía en atrapar una pelota por astronautas a bordo del Transbordador espacial Columbia, demostró que los astronautas, al intentar atrapar la pelota, anticipaban sus movimientos, es decir, reaccionaban como sí la pelota acelerase de la misma forma que lo haría en la Tierra.
 
Después de 15 días de aplicar el experimento, los astronautas seguían anticipando sus movimientos pesé a que sabían que no sucedería de esta manera. Este comportamiento inflexible demuestra que el cerebro contiene impreso un modelo de gravedad. Posteriormente los astronautas pudieron disminuir esta anticipación, al mismo tiempo que incluyeron un nuevo movimiento justo antes del impacto de la pelota.
 
De acuerdo con McIntyre, es posible que debido a la gravedad, los procesos de aprendizaje en la Tierra (como el atrapar una pelota) sean más rápidos. Además, este experimento podría ayudar a descubrir cómo es que funciona el sistema nervioso ante ciertos tipos de daños cerebrales que generan problemas de coordinación como el presentado en este experimento y de esta forma mejorar la forma en que se tratan estos desórdenes.
 
El cerebro sigue siendo aún, un órgano que no hemos logrado comprender en su totalidad, los procesos realizados por el son tan complejos y a su vez tan asombrosos, que despiertan el interés no solo de grandes científicos, sino también el de directores, escritores y el público en general.
 



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Revista Hacia El Espacio de divulgación de la ciencia y tecnología espacial de la Agencia Espacial Mexicana.