Desde que Thomas Edison encendió las primeras lámparas incandescentes a finales del siglo XIX, el mundo no ha dejado de iluminarse. Este maravilloso invento alargó los días y permitió que las personas siguieran con sus actividades aún después de que se pusiera el Sol. La luz eléctrica se convirtió en un símbolo de progreso y modernidad. Pero este desarrollo ha traído también consecuencias muy negativas.
Sobre las ciudades existe un velo luminoso que impide observar el cielo nocturno, a este fenómeno se le conoce como contaminación lumínica y se trata de la emisión de luz artificial en intensidades, direcciones y horarios innecesarios.
Este problema es ocasionado principalmente por luminarias poco eficientes que proyectan su luz hacia el cielo, en lugar de ser dirigida al piso, que es donde se necesita iluminar. A esto podemos agregarle la afectación que ocasionan los anuncios espectaculares, fachadas y monumentos, que más allá de funcionalidad cumplen con una función estética. Además, la situación empeora con la contaminación del aire, ya que las partículas suspendidas hacen que la luz se disperse en todas direcciones.
Contaminación lumínica en el cielo de la Ciudad de México
Consecuencias
Desperdicio energético
La luz no aprovechada con frecuencia supera el 25%, llegando en algunos casos a superar el 50% (farolas tipo globo), esta energía también cuesta. De acuerdo con la Internacional Dark-Sky Association, en Estados Unidos se gastan cada año 6 millones de toneladas de carbón y 23 millones de barriles de petróleo en generar luz que luego se proyecta al cielo, un desperdicio equivalente a 1,000 millones de dólares.
Para cumplir con la demanda energética se emiten gases de efecto invernadero
Efectos en la salud
El ciclo de cambio de luz y obscuridad durante las 24 horas del día, conocido como el ciclo circadiano, afecta los procesos fisiológicos en casi todos los organismos. El hecho de modificar estos ciclos se relaciona con varios trastornos médicos en los seres humanos, incluyendo depresión, insomnio, enfermedad cardiovascular y cáncer.
Afectaciones a la flora y fauna
La luz artificial afecta a un gran número de especies animales, modificando sus comportamientos, áreas de caza y recolección y sus ciclos de reproducción, no sólo en los centros urbanos sino también en las áreas rurales.
Por mencionar un ejemplo, muchas aves que migran se guían por la luz de las estrellas. Tan solo en la ciudad de Nueva York cada año 10,000 aves migratorias resultan heridas o mueren al chocar contra los rascacielos y edificios altos.
Otro caso dramático se da con las tortugas marinas, las crías recién nacidas normalmente se guían hacia el océano alejándose del horizonte oscuro en la tierra sin embargo, la iluminación intensa cerca de las playas provoca que las tortugas se desorienten y que muchas de ellas nunca lleguen al mar.
Crías de tortugas marinas engañadas por una luz brillante
Destrucción del paisaje celeste
El efecto más evidente de la contaminación lumínica es la privación de las estrellas, los planetas y otros cuerpos celestes durante la noche. El cielo estrellado ha sido muy importante en el desarrollo de las culturas alrededor del mundo. Ha sido fuente de inspiración de mitos, leyendas, tradiciones, arte, pero principalmente ha sido importante para la ciencia. Motivados por el estudio del cielo hemos llegado a descubrir nuestro lugar en el cosmos.
La noche estrellada / Vincent van Gogh, 1889.
Medidas correctoras
Cada vez hay mayores esfuerzos para reducir los efectos de la contaminación lumínica. Asociaciones tales como la Unión Astronómica Internacional han luchado por defender el derecho de ver las estrellas. Incluso la UNESCO destacó el cielo nocturno como Patrimonio de la Humanidad.
Acciones tales como el uso de lámparas más eficientes, focos que eviten el flujo de luz por encima del plano horizontal o la limitación del horario del funcionamiento de dichos focos, entre otros, reducirían en gran medida el problema.
Además, los gobiernos deberán aprobar legislaciones sobre eficiencia y ahorro energético. Así, será posible adecuar los niveles de iluminación a las recomendaciones internacionales.
No se trata de apagar todas las luces, sino de usarlas de manera más eficiente. Esto será para el beneficio del medio ambiente y de todos nosotros.