James Barry nació casi a mediados del siglo XVIII, (no se sabe a ciencia cierta si en 1741 o en 1746), en el poblado irlandés de Cork, ubicado al sur de la isla y que gracias al Lago Mahon tiene salida hacia el Mar Céltico, sin embargo Barry no heredó la tradición familiar del comercio marítimo y se declinó por las artes, en particular por la pintura.
Hacia 1773. James Barry entra a la Academia Real de Artes de Inglaterra (Royal Academy of Arts) donde a la dirección de Sir Joshua Reynolds seguramente depuró su innato talento para el retrato. Sin embargo, probablemente haya influido más su estancia por la península itálica para decantarse por la representación de las deidades romanas Júpiter y Juno.
Para la época en que vio la luz Júpiter y Juno Monte Ida no se puede señalar un periodo como los clásicos estilos barroco, clásico o romántico, sino más bien un pulido sincretismo de estilos que en gran medida renovó el arte irlandés y, por añadidura el del Reino Unido.
La alusión a las deidades romanas en los terrenos del espacio exterior lo encontramos en la designación de los nombres de las constelaciones así como en la denominación de los planetas que conforman el Sistema Solar (incluido el sobajado Plutón). En más de un sentido dicha clasificación está en concordancia con la etimología o divinidad aludida.
Júpiter en la mitología romana era el más elevado de los dioses, en franca réplica de Zeus para la griega. También se asociaba a la lluvia por lo que todo aquello alcanzado por un rayo era consagrado a él. Por su parte, Juno (Hera en la equivalencia griega) en tanto esposa de Júpiter era la reina de los dioses así como del matrimonio y la maternidad, incluso el mes de junio era considerado como el mejor para casarse.
Junto con Minerva (su equivalente griego sería Atenea), Júpiter y Juno formaban la llamada Tríada capitolina de donde se desprenden otras tantas tiradas en el inmenso árbol genealógico de las deidades romanas.
En Júpiter y Juno en el Monte Ida de James Barry, que también es conocido como Zeus y Hera en el Monte Ida, si consideramos a la mitología griega como base de la romana (el Monte Ida en el centro de la isla griega de Creta), se hace alusión a cómo fue seducido Júpiter por Juno. Hay que recordar que Júpiter era una deidad “inquieta” y que aportó continuamente dioses y semidioses, no sin la cólera y celos de Juno.
En el lienzo plasmado por Barry se destaca el sincretismo de estilos, se puede apreciar las raíces clásicas al ser el centro de la obra Júpiter y Hera, proporcionados, pero también las líneas oblicuas así como el uso de la luz tan propio del barroco, provocando diversos puntos de fuga y proporcionando la sensación de movimiento en las manos inquietas de Júpiter y Juno, amantes a punto del frenesí. Sus miradas llevan a imaginar el deseo suspendido en los trazos de la obra.
De acuerdo con algunos autores la obra Júpiter y Juno en el Monte Ida hace referencia directa a un pasaje -en duda- de la Ilíada de Homero, en el cual, Hera (Juno para los romanos) va a distraer a Zeus (Júpiter) por medio de sus encantos, ante los cuales sucumbe Zeus y ello da tiempo para que los griegos vuelvan a la guerra de Troya renovados.
Como sea, la obra de Barry nos presenta a un Júpiter en plenitud, fuerte y entregado a los brazos y mirada de Juno, quien lo atrapa en el tálamo que se convierte el Monte Ida, entre nubes y bajo la mirada de un ave que representa al guardián Argos Panoptes, o “el que todo lo ve”.