La Seguridad Espacial y el Coronavirus

Maria Cristina Rosas

Fecha: 2020-03-31


El coronavirus COVID-19 que apareció por primera vez en la República Popular China (RP China) a finales del año pasado, se ha propagado por todo el mundo. En el momento de escribir estas líneas, 177 países o regiones presentan casos confirmados en sus territorios y muchos de ellos, además, defunciones. Una mirada a la geografía de la pandemia -usando la proyección de Mercator del mapa mundial- la presenta como una suerte de sarampión que está presente en todas partes. Mientras que hace un par de semanas era fácil encontrar países y/o regiones donde el COVID-19 aun no estaba presente, hoy el ejercicio es muy complicado: según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su informe más reciente del 30 de marzo, sólo unas cuantas naciones de los 193 miembros que integran a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) todavía no presentan casos. Pero eso podría cambiar en las siguientes horas o días. Con más de 766 mil casos confirmados y casi 37 mil defunciones, cabe preguntar si algún punto en el planeta está a salvo de la pandemia o, incluso si esta podría progresar más allá, por ejemplo, el espacio ultraterrestre.

 

Los seres humanos son reservorios de diversas enfermedades. Cuando se produjo la conquista, los antiguos mexicanos perecieron por enfermedades que para ellos eran desconocidas al carecer de los anticuerpos respectivos. La viruela y la sífilis, entre otras enfermedades, diezmaron a los antiguos mexicanos y la densidad demográfica de lo que ahora es el Valle de México, disminuyó drásticamente en el transcurso del siglo XVI por esa razón. La analogía de la conquista de los territorios americanos con la conquista del espacio es ilustrativa. La salud de los astronautas, cosmonautas, y/o taikonautas es muy importante, tanto antes de participar en misiones en el espacio, como durante las mismas y a su regreso. Imagine el lector lo que ocurriría si una enfermedad como el COVID-19 llegara a la Estación Espacial Internacional (EEI). ¿Parece ficción?

 

Recientemente la Agencia Nacional Espacial de EEUU (NASA) decidió suspender el desarrollo de pruebas como el programa Artemisa (creado para que el vecino país del norte regrese a la Luna). Asimismo la prueba del cohete SLS y de la cápsula Orión están en pausa por la pandemia de COVID-19. También, están suspendidas las operaciones para el ensamblaje y pruebas del telescopio James Webb. La creación de la estación Gateway que orbitaría alrededor de la Luna como base para los viajes tripulados, también se encuentra en espera de que la situación epidemiológica mundial cambie.

 

El próximo 9 de abril, un astronauta estadunidense y dos cosmonautas rusos viajarán a la EEI, si bien se encuentran en cuarentena para asegurar que no estén enfermos ni incuben alguna enfermedad que pudieran llevar con ellos al espacio ultraterrestre. De hecho, normalmente se les confina un par de semanas antes de partir a las misiones, pero en esta ocasión han estado encerrados por casi un mes por las razones descritas.

 

 

Expedición número 63: Comandante Chris Cassidy de NASA y los cosmonautas Anatoly Ivanishin e Ivan Vagner.

 

La Agencia Espacial Europea (AEE) mantiene al grueso de su personal trabajando desde casa. Un caso de COVID-19 en el centro de control de las misiones en Darmstadt, Alemania, llevó a tomar medidas más drásticas para limitar la operatividad in situ. La agencia ha detenido la recolección de datos y el funcionamiento de instrumentos de cuatro misiones científicas, todo ello a causa del COVID-19.

 

Roscosmos, la agencia espacial rusa, está trabajando en protocolos para evitar que los cosmonautas/astronautas que volverán a la Tierra tras su estancia en la EEI se contaminen por el contacto con el personal que los recibirá una vez que la cápsula Soyuz que los transporta llegue a Kazajstán a mediados del mes próximo.

 

 

El caso de Ken Mattingly y el Apollo 13

 

El nombre de Ken Mattingly tal vez no sea tan sencillo de identificar fuera de Estados Unidos o del ámbito espacial, pese a que su historia como astronauta es digna de ser contada. Mattingly nació el 17 de marzo de 1936 en Chicago, Illinois, en el vecino país del norte. Como su padre trabajaba para la aerolínea Easter Airlines, desde muy temprana edad Ken Mattingly tomó conciencia del aeroespacio. Por ello estudió aeronáutica en la Universidad Auburn, previo a su incorporación a la marina estadunidense. En abril de 1966, la Agencia Nacional Aeroespacial (NASA) de Estados Unidos lo seleccionó como astronauta. Pero la incursión de Mattingly en el espacio exterior, no estaría exenta de dificultades.

 

 

Primeramente, fue seleccionado como parte de la tripulación de apoyo del Apollo 8, misión memorable porque fue la primera ocasión en que una nave espacial lograba abandonar la órbita baja de la Tierra, alcanzar la órbita de la Luna y volver a casa. Al final, quienes desarrollaron esa misión fueron los astronautas Frank Borman, James Lovell y William Anders.

 

La siguiente participación de Mattingly fue para la misión del Apollo 11, célebre porque fue la que logró que el ser humano posara sus pies en la Luna. Como se recordará, en dicha misión participaron los astronautas Neil Armstrong, Buzz Aldring y Michael Collings y Mattingly tuvo que seguir esperando la oportunidad para viajar al espacio exterior.

 

Todo parecía indicar que el sueño de Mattingly se haría realidad en la misión del Apollo 13. Al lado de James Lovell y Fred Haise, Mattingly se haría cargo del módulo de comando. Sin embargo, tres días antes del lanzamiento, los médicos responsables de la misión determinaron que no viajara, dado que Mattingly había estado expuesto a la rubeola y se temía que la desarrollara estando en órbita, razón por la que fue reemplazado por el astronauta Jack Swigert. Mattingly jamás padeció la enfermedad, pero la decisión de mantenerlo al margen de la misión fue correcta. De hecho Mattingly merece el crédito de haber colaborado en la recuperación de la cápsula del Apollo 13 cuando, tras una avería, no sólo no pudo alunizar, sino que puso en peligro las vidas de Lovell, Haise y Swigert.

 

Enfermarse en el espacio

 

El espacio ultraterrestre es un ambiente hostil que la humanidad ha soñado conquistar, pero ello aun necesita un largo camino. En las misiones tripuladas, si un astronauta, cosmonauta y/o taikonauta enferma, no hay hospitales, ni ambulancias, ni paramédicos en el espacio ultraterrestre que puedan rescatarlo ni ayudarlo.

 

Cuando entrenan para las misiones, los astronautas, cosmonautas y taikonautas reciben también capacitación para atender emergencias médicas. Pueden suturar heridas, extraer piezas dentales, interpretar ultrasonidos y una vez en órbita llevan a bordo un desfibrilador automatizado, ultrasonido portátil, medidores de presión sanguínea y botiquín de primeros auxilios.

 

 

 

La salud del personal que se encuentra en el espacio ultraterrestre se ve afectada por la ingravidez. Las heridas tardan en sanar y el sistema inmunológico se deprime, por lo que, si una persona llega a padecer una infección, no será sencillo enfrentarla. Asimismo, los astronautas, cosmonautas y/o taikonautas pierden masa muscular y volumen sanguíneo, amén de que también suelen enfrentar descalcificación ósea, problemas cardiovasculares y atrofia de músculos. Las tormentas solares constituyen un desafío a la salud de las tripulaciones en órbita, dado que elevan la viscosidad de la sangre, razón por la que la EEI cuenta con una sección en la que se pueden refugiar para protegerse. Si las tripulaciones permanecen por largos períodos en órbita, todos los problemas descritos se acentúan.

 

 

El COVID-19 y la seguridad espacial

 

La seguridad espacial es un concepto que remite a amenazas que se generan desde el espacio hacia la Tierra y en sentido inverso. En el primer caso figuran las ya referidas tormentas solares y los asteroides. En el segundo caso se trata de flagelos, riesgos y/o amenazas generados desde la Tierra que van desde la basura espacial y los ciberataques, hasta las actividades sin control de parte de Estados y actores no estatales que incluyen el armamentismo -en fechas recientes, por ejemplo, India y la República Popular China han probado armas cinéticas para destruir activos en el espacio- hasta la minería de asteroides, el turismo, la hotelería y los funerales espaciales. La legislación existente en torno al espacio ultraterrestre, rebasada ante la “democratización” del acceso al espacio, enfrenta desafíos para coadyuvar a la sustentabilidad del mismo. Las normas existentes aplican a Estados, no así al cúmulo de actores no estatales que hoy por hoy tienen acceso creciente al espacio ultraterrestre.

 

Al final es claro que la seguridad internacional pasa por la seguridad espacial. Pero lo contrario también es cierto: la seguridad espacial pasa por la seguridad internacional. Hoy es más que evidente que las epidemias y las pandemias constituyen amenazas a la seguridad internacional. Más de la tercera parte de la población mundial en estos momentos se encuentra en casa como parte de las medidas ordenadas por gobiernos y apoyadas por organismos internacionales para contener y/o mitigar la incidencia de la enfermedad. Si la seguridad espacial pasa por la seguridad internacional es importante que la comunidad de naciones desarrolle los esfuerzos necesarios para enfrentar de manera coordinada y eficiente este flagelo, el cual, hoy por hoy, mantiene en vilo buena parte de las misiones espaciales en el mundo. Así, la carrera espacial se suma a las víctimas del COVID-19, al menos por ahora.



Etiquetas: Espacio,Tecnología,Industria espacial,Coronavirus,COVID-19

Revista Hacia El Espacio de divulgación de la ciencia y tecnología espacial de la Agencia Espacial Mexicana.