Las mujeres han participado en varios sucesos importantes en la astronáutica. En 1963, Valentina Tereshkova se convirtió en la primera mujer en orbitar nuestro planeta; veinte años después, Sally Ride fue la primera mujer estadounidense en viajar a la Estación Espacial Internacional (EEI) y permanecer ahí por una temporada de 14 días. A la fecha, un total de 65 mujeres han ido al espacio, de las cuales, 15 han hecho caminatas espaciales, una de ellas, Peggy Witson, ha sido comandante la EEI. A finales de 2019 e inicios de 2020, las astronautas de la NASA, Jessica Meir y Christina Koch, se convirtieron en las primeras mujeres en realizar una caminata espacial sin la participación de un hombre.
La preparación que realizan las y los astronautas para los viajes espaciales es de igual forma sin importar su género. Con el avance de la exploración espacial, hubo la necesidad de alargar la duración de la estancia de los astronautas en la EEI por seis meses o más, lo que le trajo a la NASA un nuevo reto por resolver: la menstruación en un ambiente de microgravedad.
No se sabía como trabajaría el útero en un ambiente de microgravedad, lo que conllevó a que surgieran diferentes teorías sobre su funcionamiento. Una de ellas era la periotonitis causada por la acumulación de desechos en el útero al no expulsar la materia orgánica de deshecho de manera normal, debido a no tener el efecto de la gravedad, así como sucede con la materia fecal. Sin embargo, esta teoría fue descartada y se comprobó que este órgano funciona igual tanto en la Tierra como en microgravedad, incluyendo la intensidad de los dolores menstruales.
Si el útero trabaja igual en Tierra como en microgravedad ¿qué problema traería para la NASA?
Imagen extraída de PInterest.
El principal problema es el manejo de los residuos durante el viaje. Las astronautas no pueden usar los mismos retretes durante su periodo, ya que estos están diseñados para reciclar la orina y convertirla en agua, la sangre por ser sólida no puede ser reciclada.
Además, la NASA examinó los tampones y toallas sanitarias. Era importante considerar la cantidad que cada astronauta necesitaría, el peso y espacio que se ocupa de la nave, así como también la forma en que se guardarían para bloquear el olor y que a parte no estuvieran flotando por toda la nave. Era un gran problema, así que surgió la idea de retrasar o bloquear la menstruación durante la preparación y el viaje con el uso de las píldoras anticonceptivas. Esto es opcional, sin embargo, las astronautas argumentan que prefieren tomar las píldoras para no tener que lidiar con su periodo.
Las investigaciones han demostrado que tomar la píldora de forma continua en la Tierra y en el espacio es muy seguro, no se presenta ningún revestimiento en el útero. Además, presenta beneficios ya que el estrógeno contenido en ellas reduce la pérdida de la densidad ósea, lo que es un grave problema en el espacio para los astronautas.
Pensando en una futura misión a Marte, una mujer puede pasar tres años en el espacio. Para bloquear la menstruación se necesitan alrededor de 1100 pastillas por astronauta, lo que añade peso considerable a la misión, además, es importante considerar el periodo de caducidad que presenta cualquier medicamento. Sin embargo, sigue siendo una mejor opción que los tampones.
Existen otros métodos para bloquear la menstruación, como los LARC (anticonceptivos de acción prolongada reversible), los más comunes son el DIU y el implante subdérmico. Estos duran varios años dentro del cuerpo, no caducan, no generan desechos y además no presentan peso excesivo para la misión. Sin embargo, aún se está investigando sobre su efectividad en el espacio para así elegir la mejor opción para las astronautas.