Muy pocos sabemos que México tiene un pasado espacial más que interesante. El 28 de diciembre de 1957, casi tres meses después de la puesta en órbita del primer satélite artificial, el Sputnik 1 por la entonces Unión Soviética, en San Luis Potosí se lanzaba el cohete Física I, un artefacto de 8 kilogramos de peso y 1.70 metros de altura, impulsado por propelente sólido y que alcanzó dos y medio kilómetros de altura. Este esfuerzo, realizado por académicos y estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, UASLP, en lo que llegó a denominar "Cabo Tuna", demostraba que en el país se tenía la capacidad de desarrollar tecnología propia (1).
Tiempo después, entre 1959 y 1960, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), bajo la dirección del Ing. Walter Cross Buchanan, lanzaba dos cohetes de propelente líquido, los SCT1 y SCT2, que alcanzaron alturas de 4 y 25 kilómetros, respectivamente (2).
El diseño, construcción y lanzamiento exitoso de cohetes de propelente líquido, en este caso, oxígeno líquido y alcohol, no es algo sencillo, ya que requiere del dominio de una gran variedad de disciplinas y del manejo de líquidos criogénicos, entre muchas otras cosas. Ingenieros mexicanos en los años 60´s demostraron la factibilidad de construir este tipo de vehículos con tecnología propia y pocos recursos. Estos éxitos llevaron a la creación el 31 de agosto de 1962, por decreto del Presidente Adolfo López Mateos, de la Comisión Nacional del Espacio Exterior (CONEE), con el encargo de desarrollar la investigación, explotación y utilización pacífica del espacio exterior. La CONEE llevó a cabo el programa de investigación de la alta atmósfera a través de 3 subprogramas: desarrollo de cohetes sonda, recepción de señales de satélites meteorológicos y desarrollo de globos sonda. En los tres subprogramas se obtuvieron avances importantes y entre sus mayores logros estuvo la fabricación de los cohetes Mitl, una familia de cohetes de propelente sólido que llegó a alcanzar más de 100 kilómetros de altura. A pesar de todos estos éxitos, el 11 de marzo de 1977, en una de sus primeras acciones como mandatario, el Presidente del República en ese entonces, Lic. José López Portillo, decreta la disolución de la CONEE.
Estos logros del pasado muestran que México tiene la capacidad de hacer desarrollo tecnológico propio en el campo espacial y nos hacen reflexionar sobre la necesidad de continuar desarrollando esfuerzos en ese sentido. De no haberse interrumpido el desarrollo espacial en México, es muy probable que en la actualidad nuestra capacidad de desarrollo tecnológico sería comparable con la que tienen ahora naciones como India y Corea.
En la actualidad tenemos mucho más recursos que en los años 60's. México gradúa más ingenieros que Estados Unidos, tenemos una industria de manufactura aeroespacial creciente y contamos con una infraestructura de investigación científica y tecnológica de gran calidad. Así que lo único que impide nuestro desarrollo tecnológico somos nosotros mismos.
La Agencia Espacial Mexicana nos da otra oportunidad para demostrar que podemos desarrollar nuestra propia tecnología espacial. Estamos en un momento muy importante y de gran responsabilidad. Trabajemos todos juntos para lograr el desarrollo que este gran país se merece.
1. Una emocionante descripción de los esfuerzos de la UASLP por desarrollar la investigación espacial en México se puede leer en el libro "Cabo Tuna, una aventura espacial en San Luis Potosí" de José Refugio Martínez Mendoza, editado por el Museo de la Ciencia de San Luis Potosí, San Luis Potosí, México, 2010.
2. Una excelente reseña de este esfuerzo se puede leer en la traducción del artículo "Construcción y Lanzamiento de los Cohetes SCT1 y SCT2", escrito por el Ing. Porfirio Becerril Buitrón, en ese entonces Director General Adjunto de Operaciones de Ferrocarriles de la SCT. El artículo original aparece en el número 9, volumen 2 de la Revista "Comunicaciones y Transportes" de noviembre-diciembre 1960 que publicaba la SCT.