El pasado jueves 13 de octubre, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama emitió una orden ejecutiva para que el país esté preparado en caso de que se presente un gran evento climático espacial, como puede ser una gran tormenta solar. En la orden se insta a dependencias de gobierno, tales como la Secretaría de Energía, de Defensa, Seguridad Nacional y la NASA, a desarrollar los planes y programas necesarios para predecir y detectar estos eventos Solares, alertar al público, proteger la infraestructura crítica y recuperarse de los posibles daños.
Fenómenos meteorológicos espaciales, tales como erupciones solares, partículas energéticas solares y perturbaciones geomagnéticas ocurren regularmente, en ocasiones con efectos apreciables en tecnologías e infraestructura, como el Sistema de Posicionamiento Global (GPS), satélites de comunicación, en la aviación y en la red de distribución eléctrica. Sin embargo, en el caso de un fenómeno espacial extremo (aquellos que puedan dañar significativamente la infraestructura crítica) podría inhabilitar una gran porción de la red de energía eléctrica, provocando una cascada de fallas que afectaría servicios clave, tales como el suministro de agua, servicios de salud, de transporte y otros.
El presidente indica que prepararse para estos posibles eventos es un esfuerzo de todo el país, en el que deben colaborar gobiernos, servicios de emergencia, academia, medios de comunicación, la industria y el sector privado.
¿Qué son las tormentas solares?
Las tormentas solares consisten en violentas explosiones de plasma y de partículas cargadas, llamadas fulguraciones y, sobre todo, eyecciones de masa coronal.
Las tormentas solares se intensifican cuando el ciclo solar alcanza su máxima actividad y justo después. Es decir, cuando la actividad magnética del Sol es más fuerte y comienza a descender. Hay un máximo solar cada 11 años. El último comenzó a finales del año 2012 y se prolongó durante el 2013.
La actividad magnética del Sol hace que se formen bucles de plasma en su superficie. Cuando la actividad magnética es más fuerte, hay tantos bucles que chocan entre sí y provocan enormes explosiones de plasma. Alcanzan temperaturas de decenas de millones de grados.
Durante una tormenta solar, se expulsan y se expanden por todo el Sistema Solar millones de toneladas de plasma y partículas cargadas, junto con gran cantidad de rayos X y gamma, la radiación más potente que existe. Parte de esta radiación alcanza la Tierra en 8 minutos, ya que viaja a la velocidad de la luz. Afortunadamente, el campo magnético de la Tierra y su atmósfera nos protegen.
En cuanto toca a las partículas cargadas, éstas tardan en alcanzar nuestro planeta de unas horas a dos o tres días. Chocan contra el campo magnético de la Tierra, lo comprimen y pasan a las capas altas de la atmósfera, cargándola con millones de watts de potencia.
La tormenta solar más fuerte registrada hasta el momento fue en 1859, y se le conoce como “evento Carrington”. Destrozó la red de telégrafos y produjo auroras boreales tan espectaculares que se vieron incluso en Cuba. Por la rareza de estos eventos es sumamente difícil estudiarlos, por lo que hacer predicciones sobre la ocurrencia de un evento futuro de éste tipo resulta casi imposible. Sin embargo, de acuerdo con la investigación del físico espacial Pete Riley, de la Corporación Internacional de Aplicaciones Científicas (SAIC) en San Diego, EE.UU, “la probabilidad de que nos azote una llamarada solar perfecta, del mismo nivel que la que llegó en el siglo XIX, es de alrededor del 12% en los próximos diez años.”
No obstante, dado que en la actualidad nuestra sociedad industrializada es muy dependiente de las redes de comunicaciones, la informática, la telefonía móvil, y la electricidad mayormente, lo cual nos hace más vulnerables a los efectos de las tormentas solares, es importante reforzar la investigación científica sobre el Clima Espacial, así como el desarrollo de aplicaciones prácticas para estar preparados ante la posibilidad latente de un evento que podría tener efectos catastróficos.