Fue el trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos de América. Elegido en 1960, Kennedy se convirtió en el segundo presidente más joven de su país, después de Theodore Roosevelt. Ejerció como Presidente desde el 20 de enero de 1961 hasta su asesinato el 22 de noviembre de 1963.
Durante su gobierno tuvieron lugar algunos de los acontecimientos más importantes de la humanidad, entre ellos, el inicio de la carrera espacial. Una competencia entre los Estados Unidos y la URSS en el marco de la Guerra Fría. Esta última, fue una confrontación por el dominio político, militar y económico que se desarrolló después de la Segunda Guerra Mundial y duró hasta 1989, la cual convirtió a las hazañas espaciales, en una fuente de orgullo nacional y en una herramienta de propaganda en la guerra ideológica entre el comunismo y capitalismo.
Fue la URSS la que obtuvo los primeros triunfos al poner en órbita el primer satélite artificial, el Sputnik I, en 1957 y al primer ser humano, Yuri Gagarin, en 1961. Por otro lado, el primer acontecimiento norteamericano se había dado en la segunda presidencia de Dwight D. Eisenhower, héroe de la Segunda Guerra Mundial y comandante en jefe de los ejércitos aliados en la invasión de Europa. El resultado inmediato fue que el presidente Eisenhower aceptara la creación de una agencia espacial civil, el Consejo Nacional de Aeronáutica y del Espacio, propuesto por el líder de la mayoría del senado, Lyndon B. Johnson. Sin embargo, Eisenhower no dio demasiada importancia al consejo, considerando que el espacio no era tan importante.
Tiempo después, en llega John F. Kennedy a la presidencia, el demócrata que había derrotado en las urnas a Richard Nixon. Como parte de la reacción inmediata de su gobierno, y con la asesoría de su vicepresidente, el mismo Lyndon B. Johnson, presentó una propuesta al Senado el 25 de mayo de 1961. Informó que habían evaluado las fortalezas y debilidades del programa espacial estadounidense y que, estando conscientes de la ventaja que llevaba la URSS con sus cohetes, debían fijarse una serie de metas, entre las que estaba la de llevar a un hombre a la Luna antes del fin de la década.
Cada meta propuesta por Kennedy exigía que el Senado aprobara presupuestos sin precedentes. Para el desarrollo de mejores cohetes, incluyendo un proyecto que utilizaba energía nuclear, 23 millones de dólares. Para acelerar el uso de satélites de comunicaciones a nivel mundial, 50 millones de dólares, para crear un sistema de satélites meteorológicos a nivel mundial, 75 millones de dólares más.
La factura total era estremecedora para la época: 531 millones de dólares (3 mil millones de euros a valor de hoy) para el ejercicio de 1962 y entre 7 y 9 mil millones de dólares (entre 40 y 52 mil millones de euros) durante los siguientes cinco años. Y las cifras reales a lo largo de los siguientes años demostrarían ser muchísimo más elevadas.
La petición de Kennedy cerraba con una afirmación contundente. “Si sólo vamos a la mitad del camino, o reducimos nuestras miras frente a las dificultades, según mi criterio sería mejor ni siquiera intentarlo”.
El senado aprobó las solicitudes de Kennedy, y los primeros frutos se vieron el 20 de febrero de 1962, cuando se consiguió poner al primer astronauta estadounidense en órbita, John Glenn.
Fue con la certeza de que el programa espacial estaba en buen camino y que había posibilidades de superar a la URSS en la carrera espacial si los Estados Unidos fijaban la meta en vez de dejar que cada logro en la competencia fuera una sorpresa independiente, que Kennedy ofreció uno de los principales discursos de su breve presidencia el 12 de septiembre de 1962 en el estadio de la Universidad de Rice en Houston, Texas, el estado donde sería asesinado trece meses después.
En ese discurso, Kennedy hizo un resumen del avance científico humano en los últimos 50 mil años, desde la domesticación de los animales hasta los logros de Newton, la penicilina y las misiones espaciales en curso en esos mismos días, utilizando como comparación un período de 50 años, quizá un antecedente del famoso reloj cósmico de Carl Sagan.
"Primero, creo que esta nación debe asumir como meta el lograr que un hombre vaya a la Luna y regrese a salvo a la Tierra antes del fin de esta década. Ningún otro proyecto individual será tan impresionante para la humanidad ni más importante que los viajes de largo alcance al espacio; y ninguno será tan difícil y costoso de conseguir”
El asesinato de Kennedy convirtió en presidente a Lyndon B. Johnson, el entusiasta del espacio, pero, paradójicamente, quien celebraría la llegada a la Luna sería Richard Nixon, que había vuelto de su derrota ante Kennedy para obtener la presidencia en ese mismo 1969, recogiendo los frutos del árbol de su viejo oponente.