En 1970 Estados Unidos lanzó su tercer intento de alunizaje a través de la misión Apolo 13 tras su gran éxito con el Apolo 11 donde Neil Armstrong dio su primera caminata lunar mencionando la emblemática frase “Es un pequeño paso para mí, pero un gran paso para la humanidad.” Sin embargo, esta misión no lograría un destino exitoso como la anterior y, de hecho, al contrario, un siniestro potencialmente fatal se desató en el vehículo espacial, poniendo en riesgo la vida de los tres astronautas a bordo de la misión. Afortunadamente el problema se solucionó con éxito al conseguir regresar con vida a los tres miembros de la misión, pero ¿Quién fue el genio detrás de la hazaña para recuperar a la tripulación del Apolo 13?
Arturo Campos fue un mexicano-estadounidense nacido en Laredo, Texas, en el año de 1934. Durante su juventud, sus aspiraciones se limitaban a llevar una vida como mecánico automotriz, siguiendo los pasos de su padre. No obstante, sería su maestra, Josephine Baird, quien lo impulsaría a continuar con sus estudios al notar su potencial en el área de la ingeniería, lo que terminaría llevando a Campos a estudiar en la Universidad de Texas, donde se tituló como ingeniero eléctrico en 1956, en una época en que darle un título a un hombre no blanco era casi imposible.
Arturo Campos pasaría un tiempo de su vida poniendo en práctica sus conocimientos como empleado civil en la Base de la Fuerza Aérea Kelly, pero en 1960, al enterarse de que comenzaría una agencia dedicada a la investigación y trabajo en el espacio, optó por integrarse al equipo porque, como él mencionó, “Cuando surgió la NASA y escuché que iban a trabajar en el espacio, supe que sería un gran desafío. […] No sabía cuál sería mi trabajo, pero yo quería ser parte del equipo”.1
De este modo, Campos, pese a la época y su origen mexicano, consiguió ingresar y escalar dentro de la NASA hasta convertirse en uno de los miembros de mayor importancia y confianza a tal grado de ser parte de las misiones Apolo, entre las que estaría el alunizaje de 1969 y, por supuesto, el accidente de 1970.
Apenas habían pasado 55 horas cuando, en Tierra, se recibió un mensaje que pasaría a la historia: "0k, Houston, tuvimos un problema aquí." Los tres astronautas habían quedado varados a 320,000 kilómetros de distancia de la Tierra con un tanque de oxígeno de un módulo de servicio perforado y sin el suministro normal de agua, electricidad y luz de la nave.
Arturo Campos había sido el encargado, junto a algunos compañeros, de idear un plan de contingencia en caso de accidentes de este tipo y lo había escrito un año antes, por lo que, tras sonar las alertas, desde su casa, recibió una llamada, pues se esperaba que fuera capaz de resolver la problemática en curso.
Finalmente, tras quince horas de arduo trabajo, el problema obtuvo solución y los astronautas pudieron amerizar con seguridad, culminando la misión que pudo haber sido un fatídico fracaso.
Gracias a esto, Arturo Campos recibió los más altos honores por parte del presidente Richard Nixon, quien le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad el mismo año.
Diez años después, Campos abandonaría la NASA, pero continuó con sus esfuerzos de lograr permitir que más jóvenes de origen latinoamericano ingresen a universidades y estudien carreras técnicas. Fue miembro del Programa de Herencia Hispana de los empleados, además de fundar el Consejo de la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos 660 donde fungió como presidente al igual que en el Programa para la Igualdad de Oportunidades de Empleo y Discriminación Positiva del Centro Espacial Johnson.
Finalmente, falleció, a la edad de 66 años en Texas, su tierra natal, el 5 de septiembre del año 2001. Pero su legado continúa hasta nuestros días, pues fue su nombre con el que se le bautizó al “Moonikin” (Juego de palabras respecto al maniquí enviado a la luna) que fue el encargado de “tripular” la nave de prueba Artemis 1 diseñada para tantear el terreno para volver a pisar la Luna el próximo 2025 y que fue lanzada el pasado 16 de noviembre del 2022.
