Desde que Thomas Edison encendió las primeras lámparas incandescentes a finales del siglo XIX, el mundo no ha dejado de iluminarse. Este maravilloso invento alargó los días y permitió que las personas siguieran con sus actividades aún después de que se pusiera el Sol. La luz eléctrica se convirtió en un símbolo de progreso y modernidad. Pero este desarrollo ha traído también consecuencias muy negativas.